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Es que yo lo que es hambre dijo el marino con cierto orgullo . Yo he sufrido hambre de verdad, hambre de la que hace pensar en la carne de los compañeros. Y lanzado por este recuerdo en pleno relato de sus aventuras marítimas, hablaba de los tiempos juveniles, cuando había sido «agregado» a bordo de una fragata de las que iban a las costas del Pacífico.

Exclamó con desconsuelo sincerísimo: Yo confieso la verdad, señorito.... De estas cosas de aldea, no entiendo jota. Vamos a ver la casa indicó el señor de Ulloa . Es la más grande del país añadió con orgullo.

Y Freya seguía marchando en silencio, con una expresión de lástima en los ojos y en las comisuras de su boca. Le placía á su orgullo de mujer contemplar á este hombre fuerte balbuceando con una confusión infantil. Al mismo tiempo se impacientaba ante la monotonía de sus palabras.

El amor que Angelina me inspiraba no era ese que nos promete dichas y venturas, lisonjeando nuestra vanidad, halagando nuestro orgullo, y despertando risueñas esperanzas; ni ese otro abrasador, apasionado, que nos encadena a las plantas de soberbia beldad, sumisos a su capricho, esclavos de su hermosura, desesperados si nos desdeña, locos de felicidad si nos favorece con una sonrisa.

Ayudábala sin comprender en muchos casos adónde iba a parar, persuadida enteramente a que no iría por mal camino, pues tenía fe ciega en la discreción de su señorita. Más que cariño era una especie de idolatría la que le profesaba, donde se mezclaba la admiración de su belleza, el respeto de su talento y el orgullo de haber visto nacer y contribuido a criar aquel prodigio.

Fue una locura de la juventud dijo el cardenal, que sonreía con orgullo recordando al arrogante sargento de dragones . En España sólo hay tres carreras dignas del hombre: la de la espada, la de la Iglesia o la de la toga. La sangre me bullía, y quise ser soldado; pero tuve la desgracia de pillar tiempos de paz.

Un fulgor de orgullo y de cólera pasó por sus ojos, y echó el busto adelante agresivamente, como si acabase de sufrir un insulto. ¡Quieto, Gallardo!... Si sigue usted así, no será mi amigo y lo pondré en la puerta. El torero pasó de la acción al desaliento, quedando en una actitud humilde y avergonzada. Así transcurrió un largo rato, hasta que doña Sol acabó por apiadarse de Gallardo.

Bonis también creía que aquella vida no era para llegar a viejo; pero, a pesar de cierto vago temor a ponerse tísico, estaba muy satisfecho de sus hazañas. Se comparaba con los héroes de las novelas que leía al acostarse, y en el cuarto de su mujer, mientras velaba; y veía con gran orgullo que ya podía hombrearse con los autores que inventaban aquellas maravillas.

¿Es guapa? preguntó el muchacho con avidez. Guapísima repuso Caragòl . ¡Y unos olores!... ¡y un ruido de ropas finas!... Telémaco se estremeció con una sensación contradictoria de orgullo y de envidia. Admiró á su padre una vez más, pero esta admiración sólo duró breves instantes. Una nueva idea se apoderó de él, mientras el cocinero seguía hablando. No vendrá por ahora.

Viedma, que ponia todo su orgullo en pasar por el primer agricultor de Andalucía, le contestó, que á fuerza de cuidados y trabajos habia logrado llevarlas á un estado de prosperidad extraordinaria.... "Esto es precisamente lo que quiere el Rey que V. haga en Patagonia", le dijo el Ministro, devolviéndole su renuncia.