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Actualizado: 12 de mayo de 2025
No podía comprenderlo. Todas las preocupaciones que me servían para olvidarme un poco de mis inquietudes amorosas fueron pronto desechadas al recibir una carta de Genoveva, la hija de Urbistondo. Genoveva me decía que Juan Machín, el poderoso minero de Lúzaro, galanteaba a Mary. Ella no le hacía por ahora el menor caso, pero él la perseguía y la asediaba cada vez con más ahinco.
¿Cómo había yo de olvidarme de García de Resende? respondió el interrogado . Yo no podía olvidar a uno de mis mejores amigos, cuyo Cancionero además, regalado por él, hace mi delicia y me vale, leyéndole, para conservar y perfeccionar en mi alma la lengua portuguesa, que fue la primera que hablé.
La que viendo me a sus pies robó la calma a mi mecho no tiene nigún derecho para olvidarme después. Tengo la seguridad de que, si alguna vez la independencia de Colombia es amenazada o su honor ultrajado, podrá contar para defenderse con un ejército de más de 100.000 hombres, bravo, paciente y entusiasta.
Yo en mí misma soy tan sencilla... hasta soy buena ¿sabe? Usted se ha enamorado de mi maldad y por eso debe ahora olvidarme. Por que ahora... no sé si decírselo... pero ya Charito... no, nada. No me creerá si le digo que por usted sufro, sufro mucho. Muñoz alzo la cabeza y la miró. ¿Que sufre por mí? Todas aquellas palabras de Adriana le impresionaban de un modo inaudito.
Me asaltó el presentimiento de que Linilla no escribía por alguna otra causa, y, a decir verdad, me creía yo culpable, y me pareció que Angelina adivinaba que la señorita Gabriela le robaba mi amor. Linilla no me quiere; Linilla no me ama; Linilla desea olvidarme, pensaba yo.
Si me quedo solo en casa, dixo, tendré preocupado el ánimo con mi triste aventura, no comeré, y caeré malo; mas vale hacer una frugal comida con mis amigos íntimos, y con su amena compañía olvidarme del disparate que esta mañana he cometido. Fuése al convite; y viendo que estaba algo triste, le obligáron á que bebiese para disipar su melancolía.
Después han seguido lavándome y perfumándome dos veces al día, regalándome a pedir de boca, y obligándome a estar en compañía de todas estas alegres señoritas, donde he acabado por olvidarme de Zoroastro y de mis austeras predicaciones, y por convencerme de que en esta vida se ha de procurar pasarlo lo mejor posible, sin ocuparse en la vida de los otros.
-Socarrón sois, Sancho -respondió don Quijote-. A fee que no os falta memoria cuando vos queréis tenerla. -Cuando yo quisiese olvidarme de los garrotazos que me han dado -dijo Sancho-, no lo consentirán los cardenales, que aún se están frescos en las costillas.
Al acabar la pieza llegó don Carlos: Vamos, amiguito: un partido de ajedrez.... Desde ese día me persiguió a todas horas el recuerdo de Gabriela; me pasaba yo el día pensando en ella, y las horas eran instantes cuando estaba yo a su lado. Entonces sí que solía yo olvidarme de Angelina. ¿Amor? ¿Amistad? ¿Amor, si, amor?... ¿No ha dicho Byron que la amistad es el amor sin alas?»
¡Oh! ¡si yo entonces me hubiera acordado de mis pobres padres y hubiera ido á sacarlos de su miserable cabaña! ¡Dios acaso, entonces, me hubiera amparado! Pero me olvidé de todo y acabé por olvidarme de don Hugo, del único hombre á quien había amado. Rica, joven y hermosa, me propuse apagar mi sed de placeres, mi sed de vanidad. Y aunque muchos quisieron casarse conmigo, yo no quise.
Palabra del Dia
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