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Posible es que alguien piense en tal cual región de esta Península de la misma manera que pensaban los cubanos. Nobilísimo es el amor de la patria chica; pero debe ir acompañado, para no ser funesto, del amor de la patria grande. El desdén y el odio hacia ella son origen de debilidad y de interesado egoísmo.

Sus ojos brillaban como ascuas debajo de sus cabellos blancos; todo su cuerpo temblaba de odio y de cólera como el de una fatal euménida.

Traerme a Madrid la chica... ¡Figúrate! ¿Y qué hiciste? Sin duda me inspiró Dios. Les miré de un modo que no debieron de comprender, y saliendo al zaguán les dije: «Quiero creer que no saben ustedes lo que pidenEn seguida, limpia de odio, besé a Inesilla y me volví a Madrid sin rencor... y sin ilusiones. ¡Lo creo!

Era un temperamento muy nervioso el suyo; no cabía en él la indiferencia: o amaba o aborrecía. Por eso, pasada la sorpresa, sin buscar la razón de tal antipatía, trocose presto su amor en odio. Y a los pocos días la brigadiera Ángela, si quiso, pudo observar que los ojos de Miguel no expresaban ninguna clase de adoración.

El maestro de danzar. Los hijos de la fortuna. Afectos de odio y amor. La hija del aire. Ni amor se libra de amor. También hay duelo en las damas, impresas todas primero en 1664, en el tomo III de las Comedias de D. Pedro Calderón de la Barca. Fortunas de Andrómeda y Perseo. La más antigua impresión del año de 1664, en el tomo XXI de las Comedias nuevas escogidas. Amar después de la muerte.

Resultado: que la resistencia de los políticos miopes y raquíticos no sólo es inútil, sino perjudicial, pues lo que pudo ser motivo de gratitud y amor, se convierte en resentimiento y odio.

Y para el alma pura o ápice del alma para la suprema porción de entendimiento y del afecto, porción toda espiritual y divina, simple inteligencia o mente, había estado doña Inés sin ministra durante largos años, hasta que por último la había hallado o la había creído hallar en Juanita la Larga, a quien tan injustamente despreció y odió de oídas y al verla por vez primera.

Sentía además el dolor de los celos; unos celos de mujer vanidosa y algo madura que se ve arrebatar la última esperanza de felicidad por una adversaria que casi puede ser su hija. A la par que sufría este tormento debía preocuparse de su trágica situación, creada por la rivalidad amorosa de dos hombres que la habían deseado, y defenderse también del odio de todo un pueblo.

Y ahora pueden venir a estrellarse alrededor de mi retiro, como al pie de una roca inquebrantable, todas las tempestades del mundo, y desvanecerse, sin llegar hasta mi corazón, los murmullos insensatos del odio y de las prevenciones. ¡Cuánta piedad me inspiran esos desgraciados atormentados por la necesidad de vivir en contacto con todo lo que les rodea, que marchan apresurados en medio de la multitud, apartando penosamente lo que se opone a su paso, empujando a los débiles o pisoteándolos, y siempre dispuestos a sacrificar víctimas humanas a sus prejuicios, como los bárbaros a sus dioses!

El fanatismo religioso de los mahometanos aconseja que á la ocupación militar no siga en Malanao una intransigencia religiosa, que sólo daría por resultado mantener latente el odio de aquellas gentes y fomentar la despoblación en época no lejana de comarcas, ricas hoy por sus florecientes cultivos y la bondad de sus productos.