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Actualizado: 28 de julio de 2025


La había visto a la luz de un relámpago; pero la obscuridad volvió a caer sobre aquel mar proceloso, ocultándola a las miradas del Capitán. ¿Estás seguro de no haberte equivocado, Cornelio? No, tío; la he visto perfectamente. ¿A proa? Hacia el Nordeste. ¿Lejana? Unas tres millas. Es la costa de la tierra de Torres. Procuremos no chocar con alguna escollera, Horn.

Se detuvo herida por una tentación irresistible; echó una mirada en torno, y no viendo a nadie, avanzó con cautela, tiró del cajón sin hacer ruido y escudriñó rápidamente su contenido. Allá, en un rincón, había dos libras de tabaco picado. Tomó una y, cerrando de nuevo, salió precipitadamente, ocultándola debajo del vestido.

Adiós, Jaime; ¡que el Señor te ilumine! Adiós, tía. La tendió él una mano, a impulsos de la costumbre, pero ella retiró vivamente su diestra, ocultándola detrás de su espalda. Febrer sonrió al recordar ciertas noticias de los murmuradores. Esta retracción no significaba desprecio ni odio. Era que «la Papisa» había hecho voto de no tocar en su vida las manos de otros hombres que los sacerdotes.

Tal fue el cartero que escogió Pepe para asegurar su correspondencia con Paz, ocultándola, por supuesto, que él trabajaba en la misma imprenta donde aquél era aprendiz. Si te pido que me hagas un favor, ¿podré contar contigo? le dijo un día Pepe. Mande Vd. lo que quiera repuso el futuro cajista. La cosa ha de quedar entre y yo; no quiero que nadie lo sepa, ¿entiendes? Ni el señor Millán.

Su tez era cada día más fina, más tersa, más nacarada. Era un milagro de la naturaleza. Y sobre aquella tez lucían sus grandes ojos negros sombríos, salvajes, con un fuego misterioso y sensual. Sus cabellos, que daban en azules de tan negros, caían ondeados sobre la frente ocultándola a medias. Su garganta, amasada con leche y rosas, pedía a gritos el homenaje de los labios.

La tabernera dejó caer la cabeza sobre el mostrador, ocultándola entre sus manos, y así permaneció algún tiempo sacudida por incesantes carcajadas. Poco á poco estas sacudidas fueron siendo menos vivas, hasta que cesaron por completo. Al cabo alzó su rostro enteramente bañado de lágrimas, y dijo sonriendo: ¡Qué tonta soy! ¿verdad, Manolo? ¿Te has puesto mala? preguntó él con ansiedad.

Deja que pase el tiempo, que pasen días. Yo tengo ahora ocupaciones graves, muy graves. Esto de las ocupaciones graves hizo en Monsalud el efecto de un golpe. Tembló por el juicio de su hermano, que poco antes había visto manifestarse claro y hermoso, y que de repente se oscurecía. Como pasa una nube por delante del sol, así pasó aquella frase por encima de la discreción del enfermo, ocultándola.

Palabra del Dia

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