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Actualizado: 2 de noviembre de 2025
Posesor de este lago artificial y de ese parapeto con sus esclusas movibles, el agricultor se convierte en director de las lluvias y sequías; impide á las aguas impetuosas correr en torrentes devastadores sobre los campos cultivados, prohibe al arroyo bajar en demasía su nivel durante la época de sequía, y le obliga á alimentar constantemente los canales de riego, llevando á los campos la frescura y la vida.
Semejante acuerdo mueve gran alboroto entre los nobles asturianos, y Bernardo, á la cabeza de los revoltosos, obliga al Rey á revocar su promesa. En las primeras escenas de la comedia los grandes expresan un sentimiento nacional exasperado, y Bernardo lee el texto á su tío.
Me levanto, porque la entrevista me parece terminada; pero el viejo se precipita y me obliga a sentarme otra vez: ...Sin embargo, se la entregaría guardando las formas que un hombre como yo se cree obligado a imponer a un hombre como usted... o, para hablar más claramente, observando las formalidades por medio de las cuales un padre debe asegurar el porvenir de su hija... o, para ser más preciso todavía, la dote...
En la última escena de la comedia, en la Plaza Mayor de Valladolid, se ve al Rey con su corte, y un concurso numeroso de espectadores, que se apiñan junto á las barreras. Comienza el combate, y ambos adalides pelean con un valor tan heróico, que el Emperador se interpone entre ellos, y los obliga á separarse, mereciendo ambos la victoria, y por tanto también no ser considerados como culpables.
El casamiento en la muerte. Jimena, hermana del rey Alfonso el Casto, ha dado á luz del conde de Saldaña, con quien tenía relaciones ilícitas, un hijo llamado Bernardo del Carpio. El Rey, furioso con los amores de su hermana, la obliga á refugiarse en un monasterio; encierra al Conde en una obscura prisión, y educa al hijo en una absoluta ignorancia de cuáles fueron sus padres.
Ella le tiene miedo, y esto me obliga á odiarle con todo mi corazón, por más que reconozca que es un hombre distinguido. No creo que la maltrate, pues al fin y al cabo «nobleza obliga», pero me da el corazón que no la quiere. ¡Qué sacrilegio! ¿Dónde tendrá los ojos el señor conde de Trevia?
Sólo así me deja en el mío y no me obliga a pasar a otro menos cómodo... El hombre misterioso triunfa. ¡Cómo ha de ser!... Acabo de verlo, y para castigarle, no le he saludado... Y le negaré siempre el saludo, aunque él finge que no le importa. Eso le enseñará a callarse y a ser persona decente.
Obra como el dueño de una ganadería, que antes de matar un buen caballo que ya no sirve, le obliga a dejar una cría. Preocupada únicamente con la perpetuidad para que no le falten jamás instrumentos, nos engaña con el señuelo del placer, de la ambición o del orgullo. Usted mismo, que no obra por ninguno de estos móviles, es igualmente un instrumento de la especie.
Por tu belleza, por tu talento y por la elevación moral de tu alma mereces casarte con un príncipe, dechado de todas las perfecciones. Por tu desventurado nacimiento, por la clase humilde a que perteneces y por la pobreza que te obliga a residir en este lugar, tendrás que quedarte soltera o tendrás que casarte con un labrador rudo y zafio.
¡Ah! exclamó el rey... vuestra dignidad... no vuestro amor... ¡Mi amor! No lo merecéis. ¡Señora! Hablo á mi esposo, al hombre, no al rey... vos no habéis penetrado como rey en medio de vuestra servidumbre, con la frente alta, mandando; habéis entrado como quien burla, por una puerta oculta que yo no conocía. ¿Quién os obliga á ocultaros en vuestra casa?
Palabra del Dia
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