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Actualizado: 5 de junio de 2025


Corneta tenía la misma elegante figura que un carnicero en día de fiesta. Pequeño, obeso, colorado, con gabán muy largo, las enormes manos aprisionadas por guantes de color de sangre. Llevaba la cabeza echada hacia atrás y hablaba a gritos.

Mas el pianista, respetuoso de los privilegios que merece el genio, se excusó modestamente y pidió perdón con la mirada y la sonrisa á su rival el griego. Era un hombre obeso, casi cuadrado, de tez morena y lustrosa, bigote negro y unos ojos algo oblicuos, de fijeza agresiva, que recordaban los del jabalí.

Pase usted... señor. Buenas noches, caballero. Saludaba con humildad, con aquella voz trémula que hizo reír a Yáñez, y al quitarse el sombrero descubrió una cabeza pequeña, cana y cuidadosamente rapada. Era un cincuentón obeso, coloradote; la capa parecía caerse de sus hombros, y un mazo de dijes colgando de una gruesa cadena de oro repiqueteaba sobre su vientre al menor movimiento.

Ninguna persona inteligente cree en Dios. Yo he conocido personas inteligentes que me decían: «Ninguna persona inteligente cree en la repúblicaPues los cristianos primitivos dijo el señor De Obeso, rebajando el tono y batiéndose en retirada eran republicanos. Eran más; eran anarquistas.

Se nos olvidaba decir que este ciudadano Calleja era un hombre muy corpulento y obeso; pero aunque parecía hecho expresamente por la Naturaleza para patentizar los puntos de semejanza que puede haber entre un ser humano y un toro, su voz era tan clueca, fallida y aternerada, que daba risa oírle declamar los retazos de discursos que aprendía en la Fontana.

Use usted el que prefiera. Pues prefiero don Guillén. Es el que suelen preferir las señoras dijo don Guillén, con dejo satírico. Por mi parte, si usted me lo permite, le designaré como señor Eurípides; me sabe a república entró a decir don Celedonio de Obeso, ateo declarado y republicano agresivo; en el fondo, un pedazo de pan, un zoquete.

Era el mediterráneo obeso, de cabeza pequeña, cuello voluminoso y triple mentón, sentado en la popa de su barca de pesca como un patricio romano en el trono de la trirreme. Su talento culinario sufría eclipses cuando no figuraba el arroz como tema fundamental de sus composiciones. Todo lo que este alimento puede dar de lo conocía perfectamente.

La muchacha admiró las grandes tiendas de antigüedades y las de muebles con sus sillerías de sedas vistosas que alegraban los sombríos rincones del caserón. Isidro mostró a Feliciana un hombre obeso y cejudo que en la puerta de su tienda enseñaba unas planchas pintadas en cobre a dos señoras extranjeras. Aquel era su tío; debían pasar sin saludarlo, no creyera que iban a pedirle algo.

Las ropas, manchadas y viejas a poco de usarlas, parecían flotar como prendas ajenas sobre su cuerpo inarmónico, obeso en las partes dedicadas a la digestión y pobre en las destinadas al movimiento. Es un bendito decía Gallardo . Un sabio... un chiflao, güeno como el pan, y que nunca tendrá una peseta... Da lo que tiene y toma lo que quieren darle.

Allí el obeso comerciante, cuyo rostro complacido y sonriente, traje obscuro de fino paño y repleta escarcela pregonaban su riqueza y bienestar. Tras él modesta sirviente, llevando la encendida linterna que indicaba á su amo donde poner los pies sin grave tropiezo.

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