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En las comedias que el poeta escribió en sus últimos años, y que comprendemos en la tercera clase, incurre de nuevo en las mismas faltas de su juventud, pero sin la lozanía y el genio, que se ostenta en las de sus primeros años.

Al fallecer el Prelado y abrirse su testamento, se supo que había legado todos sus bienes a Don Fabricio. El nuevo Príncipe se ausentó enseguida de la Capital, y estableció su residencia en una villa cercana, en donde llevó una vida retirada y tranquila. A las pocas personas con quienes trataba, refería que estaba escribiendo sus memorias.

Le parecía que algo nuevo circulaba por su venas; era vino caliente y espumoso que arrollaba y barría la antigua horchata.

La compañía en que estaba Cervantes pasó á Cerdeña, permaneció en ella en el invierno de 1573 á 1574 y marchó después á Génova, en donde habían ocurrido algunos desórdenes. Un huracán casi echó á pique á su galera, y la arrastró de nuevo á la costa italiana.

La primera y más importante era el temor de que Rosa descubriese su atentado, pues desde aquel día ni le dirigió la palabra ni siquiera le miraba, lo cual podía llamar la atención de su padre, y por ahí venir en conocimiento de lo sucedido. Otro temor era, como ya hemos dicho, el de perder el dinero prestado o el de verse obligado a abrir la bolsa de nuevo.

El habitante de nuevo cuño tiene un lenguaje muy distinto: Aiglemont dice, es la fortaleza del obscurantismo, del clericalismo y del fanatismo. Es un país de supersticiones; transformémosle en país de luz. Y detrás de sus fortificaciones, los aiglemonteses, divididos en dos campos, miran con malos ojos a todo el que no piensa como ellos.

No ha de retardar tus pasos si escoges el sendero de la selva y quieres alejarte de la población; ni debes echar su peso en la nave, si prefieres atravesar el océano. Deja estos restos del naufragio y estas ruinas aquí, en el lugar donde aconteció. Echa todo eso á un lado. Comiénzalo todo de nuevo. ¿Has agotado por ventura todas las posibilidades de acción en el fracaso de una sola prueba?

Teresina entraba y salía sin pedir permiso, pero andaba por allí como el silencio en persona; no hacía el menor ruido. Llevó el servicio del café, volvió a buscar un jarro de estaño y el cubo del lavabo; entró de nuevo con ellos y una toalla limpia.

Este hizo en presencia de ellos grandísimos elogios de su nuevo empleado, y tal vez por eso me recibieron reservados y desdeñosos; pero al ver que se habían engañado, que me esforzaba en ser comedido y cortés, cambiáronse en grata simpatía la reserva y menosprecio manifestados a mi llegada. Sólo uno, el joven cuyo puesto ocupé, me vió con malos ojos. Entonces lo mismo que ahora. ¿Por qué?

La terrible realidad que aquel parecido evocaba en se grabaría en mi alma más irrevocable que nunca. Pensaba yo todo esto mientras oía cantar á la artista y, sin embargo, la emoción que había sentido al verla aparecer en escena había sido tan viva, que quise comprobarla por un nuevo examen. Me volví y miré á aquella mujer.