Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 19 de junio de 2025
En la madrugada habíamos salido de Orán, y á mediodía, estando á la altura de Cartagena, vimos en el horizonte una nubecilla negra, y al poco rato un vapor que todos conocimos. Era el cañonero de Alicante. Soplaba buen viento. Íbamos en popa con toda la gran vela de frente y el foque tendido. Pero con estas invenciones de los hombres, la vela ya no es nada, y el buen marinero aun vale menos.
¿Y porqué me iba a agitar? ¿No se realizaba mi sueño más querido? ¿No se abría para mi un porvenir que no empañaba la más leve nubecilla. Así, confusamente reparé en algunas señoras de edad que me sonreían al pasar, y sentí una inmensa lástima por ellas, al ver que eran demasiado viejas para casarse.
Yo dispararé dijo la muchacha. Se volvieron a hacer frente, porque los hombres de la partida se iban acercando. Silbaban las balas. Se veía una nubecilla blanca y pasaba al mismo tiempo una bala por encima de las cabezas de los fugitivos. El extranjero, la señorita y Martín se guarecieron cada uno detrás de un árbol y se repartieron los cartuchos.
La sorpresa le hizo incorporarse, avizorando con inquietud la negra y ondulante mancha de matorrales que se extendía ladera abajo. Este examen duró poco. Un culebreo rojo, una ondulación llameante y breve, seguida de una nubecilla y de un trueno, salió de entre los tamariscos, a corta distancia de él.
Callaba Salvador entristecido y confuso. Don Manuel miraba vagamente una nubecilla blanca que se deshacía en jirones leves, sobre el fondo gris de un cielo huraño. Volvióse hacia el joven, y le dijo de pronto: ¿Sabes que ayer estuvo aquí el notario de Villazón? El muchacho interrogó perplejo: ¿Estuvo? Sí; yo le había mandado decir que deseaba verle.
De pronto una nubecilla blanca apareció en una de las bordas del navío y un instante después llegó á oídos de los fugitivos una pequeña detonación. Nos han visto, dijo Tragomer. Es un tiro de fusil para llamarnos la atención. Nos observan, sin duda, con un anteojo, pero no están seguros de que seamos nosotros. ¡Respondámosles!
Varios gañanes de la dehesa le reconocieron y, desde entonces, las miradas se tornaron cada vez más hostiles. Una tarde, de vuelta a su casa, al pasar junto a unos árboles, por detrás de la iglesia de Santa Cruz, oyó de pronto una fuerte detonación y a la vez breve silbido que pasó por encima de su cabeza. Volvió la mirada. A su izquierda, blanca y redonda nubecilla flotaba en el aire.
Sus ojos estaban fijos en el féretro blanco y dorado que se mecía con el traqueteo de las ruedas, dejando en su memoria la impresión de una nubecilla surcada por rayos de sol. También debía estarse bien allí. Mejor que en los calabozos que antes contemplaba con envidia.
Hombre, ya será algo menos dijo Montenegro mirando fijamente a su amigo. Había dejado caer el tenedor, y una nubecilla roja pasó por su frente. Pero este gesto hostil sólo duró un instante. ¡Bah! añadió sí que estás loco, y más lo está el que te haga caso. Rafael rompió a llorar.
¡Qué casualidad! continuó Zurita . Cualquiera diría que Solís adivinaba el porvenir... La atención de los tres se sintió atraída por los muchos buques que navegaban en dirección contraria al Goethe. Hasta entonces, el Océano se había mostrado con una soledad majestuosa. Sólo después de varios días asomaba en lontananza la nubecilla de un vapor o la pincelada gris de un velero.
Palabra del Dia
Otros Mirando