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Actualizado: 12 de mayo de 2025


En aquel momento no distaba mucho de creerme realmente el Rey, y alzando la frente dirigí una mirada de triunfo a los balcones atestados de hermosas. De repente me sobresalté; acababa de ver, fijos los ojos en , el hermoso rostro de mi compañera de viaje, Antonieta de Maubán; noté que también ella parecía sorprendida, que se movían sus labios y que se inclinaba hacia como para verme mejor.

Noté que nadie se reía de ; que nadie me miraba, que todos, cuando pasaba junto á ellos el capitán, que me llevaba de la mano, se descubrían. Era él el capitán de la galera, y además muy rico y muy principal. Por eso me respetaban todos. Y yo iba mal vestida, despeinada, descalza. Y, sin embargo, don Hugo de Alvarado, que así se llamaba mi esposo...

Vi y noté la ocasión que allí se perdió de no coger en el puerto toda el armada turquesca, porque todos los leventes y jenízaros que en ella venían tuvieron por cierto que les habían de embestir dentro del mesmo puerto, y tenían a punto su ropa y pasamaques, que son sus zapatos, para huirse luego por tierra, sin esperar ser combatidos: tanto era el miedo que habían cobrado a nuestra armada.

Temí por su razón; y movido de un sentimiento de lástima, me hice el encontradizo con ella. No se sobrecogió al verme, como solía en tales casos; al contrario: parecía calmarse un poco y reanimarse con mi presencia, y hasta noté en ella como deseos de decirme algo.

Sin embargo, cuando ya me iba, me llamó y murmuró: Te quiero mucho, hermanita. La noche de ese mismo día noté en cierto momento que parecía sonreírse interiormente. Papá también lo notó, porque aquello no era usual, y, tomándole la cabeza con las manos, le dijo: ¿Qué te ha ocurrido, Martita? ¡Estás hoy fresca como una flor!

Noté que mientras yo hablaba su semblante se había puesto algo más pálido, pero permaneció callada, como si hubiese temido hablar, por recelo de que inadvertidamente fuese a manifestar lo que tenía intención de que permaneciese siendo un secreto.

Así, en Los Siete Tratados no habrá quien no note la imitación de Miguel de Montaigne y el amor que á Montalvo inspira; y así en El espectador, se advierte que Montalvo, prendado de Addison, propende á imitarle hasta en el nombre ó título de su obra.

Yo no vivía ya con ella. Venía a verla de vez en cuando. Entonces, ¿dónde tiene usted su domicilio? En Zurich. ¿Cuándo llegó usted? Anteayer. ¿Nada le hizo a usted sospechar su desesperado propósito? Noté que sufría más que de costumbre. ¿Alguna vez le propuso a usted separarse? Nunca. ¿Qué pensaba de las ideas políticas de usted, de sus actos?

Mientras hablaba con Jorge noté que me miraba, con gran disgusto mío, porque no me consideraba muy presentable con el largo gabán ruso que me envolvía para preservarme del frío en aquella destemplada mañana de abril, sin contar la bufanda que llevaba al cuello y el sombrero de fieltro calado hasta las orejas. Tienes una encantadora compañera de viaje me dijo Federly al reunírseme.

En el acto se me ocurrió que debían haberse reunido clandestinamente y andaban por allí para evitar que en la calle los pudieran reconocer. El sacerdote parecía tratarla con estudiada cortesía, y noté sus ligeras gesticulaciones al hablar, lo cual me hizo creer que era extranjero. Le transmití mi pensamiento a Reginaldo, y éste me contestó: Hay que vigilarlos, viejo. No nos deben ver aquí.

Palabra del Dia

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