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El espíritu de Ambrosio flotaba en el mundo del indiferentismo, sin que le atormentase ninguna clase de ambiciones, puesto que ignoraba el ancho campo y el dilatado más allá, que se extendía tras la cerca de palmabraba que resguardaba la casa. Allí vivía, sin recuerdos del ayer, sin aspiraciones del hoy, ni intranquilidad ni zozobra para el mañana.

Ella estaba ofendida profundamente; él, celoso y sombrío, no quiso pedir explicaciones ni reconocer su culpa, considerando este reconocimiento como un agravio a su dignidad; una palabra a tiempo hubiera reconciliado a los esposos; pero ninguno de ellos quiso pronunciarla. La hostilidad entre los dos se hizo cada vez mayor. Comían separados y no se veían ni se dirigían la palabra.

Y cuando ya mi tumba, de todos olvidada, no tenga cruz ni piedra que marquen su lugar, deja que la are el hombre, la esparza con la azada, y mis cenizas, antes que vuelvan a la nada, el polvo de tu alfombra que vayan a formar. Entonces nada importa me pongas en olvido. Tu atmósfera, tu espacio, tus valles cruzaré.

=Sin que por eso perdiesen=, without losing on this account. =Enviando cada cual=, each one sending. =Debió pasar un soplo de enternecimiento=, a wave of tenderness must have passed. =Ni una sola dejó de verter lágrimas=, not a single one failed to shed tears. EL SUE

Porque hay que decir, que ni el padre, ni la madre, ni los hermanos, ofrecían un ejemplo digno de imitarse: misia Gregoria, en primer lugar, que recordaba, como horrible pesadilla, los años pasados bajo el cerrojo de su padre, don Aquiles, no quería oír de poner cortapisas al capricho de sus hijos; dejarles, que hagan lo que quieran, que gocen sin trabas de la edad dichosa... ¡Contrariar a los niños, hacerles llorar! ya vendrán, ya vendrán las penalidades de la vida, demasiado pronto, y entonces sabrán lo que es sufrir: ahora, dejarles en libertad.

¿Qué te parece, Paula? dijo Paz, que creía á veces que en aquella casa no podía emitirse palabra ni consejo de ningún valor, sin ser refrenado por el exequatur ortodoxo de la devota. Ella, que es una santa, dirá lo que se ha de hacer exclamó Elías. Mientras todos le pedían su opinión, la devota contemplaba el rostro del estudiante, como si quisiera leer en él su delito.

El estilo dominante de la función era el de la penosa medianía; el melodrama no fue bastante malo para reír ni bastante bueno para conmover los espíritus. Pero, el maestro, volviéndose aburrido hacia la niña, sorprendiose y sintió algo como vergüenza, al reparar en el efecto singular que causaba en aquella naturaleza tan sensible.

Después siguió adelante por el promontorio, metiéndose tierra adentro. La noche había cerrado ya completamente, y Gillespie tuvo que desistir á la media hora de continuar esta marcha sin rumbo determinado. No se veía una luz ni el menor vestigio de habitación humana. Tampoco llegó á descubrir la existencia de animales bajo la maleza, en la que se hundía á veces hasta la cintura.

Las demás figuras de la cena eran vulgares, su embriaguez no tenía dignidad, ni gracia la libertad de sus posturas.

Estaban sentados, en una de las glorietas con otras varias personas y charlaban animadamente aparte. Cada vez que pasaba por delante de ellos con Peñalver, su corazón se encogía: apenas entendía ni escuchaba siquiera las sabias disquisiciones que su ilustre compañero le iba vertiendo en el oído. Hágamelo usted bueno respondió con sonrisa modesta el joven . Aquí no hay más sabio que el señor.