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Actualizado: 6 de julio de 2025
Como al fin y al cabo Octavio tenía veinte años y una imaginación nada apagada, y le bullía la sangre en el cuerpo, por más que en todo el pueblo no hubiese mujer capaz de inspirarle una pasión aérea y nerviosa como su entendimiento más que su corazón ansiaba, no pudo sustraerse á la ley que á todos los humanos encadena.
Las tres jóvenes que sentadas en sillas seguían la fila, eran sus hijas, muy semejantes a ella en el tipo físico, si bien no la imitaban en la movilidad: rígidas y silenciosas, los ojos bajos, con modestia y compostura tan afectadas, que pronto se echaba de ver el régimen severo a que las tenía sometidas su viva y nerviosa mamá.
La primera persona que encontré en la habitación del religioso, sentada y triste junto a una puerta cuyas cortinas estaban corridas, fue a Amparo. Al verme se levantó de una manera nerviosa, y sus ojos se fijaron en mí con una alegría inmensa, pero aquella alegría tuvo la duración de un relámpago. ¡Ah! dijo yo no esperaba... que volviéseis tan pronto.
La historia sagrada estaba a cargo de una morena regordeta, de facciones finas, de expresión dulce, tímida y nerviosa. Apretaba con el cuerpo del vestido tempranos frutos naturales, como si fueran una vergüenza; y más que en su oración pensaba en que los muchachos que miraban desde abajo, podían verla las pantorrillas, que tapaba mal la falda, a pesar de los esfuerzos de la castidad instintiva.
Tu desesperación no es razonable. Lo que temes, no sucederá. ¡Oh, Dios sea loado! exclamó la joven con una risa nerviosa . Tenía razón en confiar en vuestro maravilloso poder. ¿Habéis convencido a mi madre? ¿Ya no iré al convento? ¿Puedo quedarme con vos? ¡Oh! ¡Gracias, gracias, mi ángel bueno! Siéntate, Elena dijo la viuda conduciéndola hasta una silla , y trata de escucharme con calma.
Por ella empieza una juventud toda reciente en la Naturaleza, por ella una llama de deseo, el amor, y el amor de familia, de raza que, propagado por el hombre, producirá el divino remate de la vida, la Piedad. Pero con ese don magnífico aumenta infinitamente la sensibilidad nerviosa, y uno es mucho más vulnerable, mucho más capaz de gozar y de sufrir.
Dos veces la había sacado a ella de peligros puerperales una famosa matrona sin matrícula ni Dios que lo fundó: «Di tú que todo es farsa en este mundo. ¡Cómo decir que estás peor porque se ha procurado distraerte! ¡animal! ¡qué sabrá él lo que es una mujer nerviosa, de imaginación viva!
Ya no me parecen absurdas aquellas ideas tuyas, porque ya no encuentro nada seguro en la tierra... Se rió con una risa nerviosa, sin saber por qué, y miró en los ojos a su amigo. Después llamó; acudió un groom vestido de verde, a quien pidió que trajera licor. Como si el viejo resentimiento le dominara de nuevo, no se decidió a empezar su confidencia.
En cambio, ¿qué vale el espíritu que se aparta del mundo real, creyendo adorar lo divino y adorándose a sí propio? Ni para resistir los golpes del infortunio más vulgar conserva brío suficiente. ¿Qué energía de voluntad me queda? Sólo soy capaz de vil y cobarde resignación o de morirme aquí de pena, como mujercilla nerviosa. ¡Qué vergüenza! No puedo más. ¡Ay de mí!
Dimmesdale, cuya sensibilidad nerviosa era frecuentemente para él una especie de intuición espiritual, tenía á veces una vaga idea de que algo, enemigo de su paz, se había puesto en medio de su camino.
Palabra del Dia
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