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Actualizado: 4 de julio de 2025


Acudió luego á las súplicas, á los halagos, y obtuvo el mismo resultado. Una vez más tuvo ocasión de convencerse de la terquedad nativa de aquella mujer. Al fin la dejó marchar. Estaba cerrando la noche. La tienda se poblaba de sombras que luchaban con la escasa claridad que aún entraba por la puerta. Uceda metió la cabeza entre las manos y quedó meditando.

Y con sencillez verdaderamente progresista, añadió, recordando la rústica farmacopea de su tierra nativa: ¿Por qué no se pone usted dos ruedas de patatas en las sienes?... Eso alivia mucho. ¿Patatas? exclamó Currita estremeciéndose de espanto. ¡Jesús, Martínez, por Dios!... Prefiero la jaqueca.

No estalló el rayo, pero el relámpago iluminó más de una vez los varoniles rostros. Tanto los oficiales de Bolívar como los de San Martín, pertenecían a la clase más elevada de las sociedades de Colombia y del Río de la Plata. La altivez nativa se unía a la jactancia castellana del valor.

Esa tarde pude admirar la hermosura de las muchachas más lindas de Villaverde. Sencillas, vestiditas modestamente, ajenas a las modas y a los figurines de París; modositas, tímidas, pacatas, tristes, como si a los quince años empezaran a envejecer; niñas grandes, que me parecían sin ilusiones ni esperanza, y para quienes el mundo se reducía a la silenciosa ciudad nativa.

De pie en aquella triste altura, vió de nuevo su aldea nativa en la vieja Inglaterra y su hogar paterno: una casa semi-derruida de piedra obscura, de un aspecto que revelaba pobreza, pero que conservaba aún sobre el portal, en señal de antigua hidalguía, un escudo de armas medio borrado.

Algo he hecho yo, ó arrastrada por mi maldad nativa, ó seducida por el enemigo común de nuestro linaje, para alborotar á ese mozo, hacerle abandonar su Universidad y sus estudios, y moverle á venir aquí en persecución mía.

Es el tiempo oportuno de coger y exprimir los racimos cosechados enmedio del fragor de sociales contiendas, en el dulce sosiego de la huerta nativa, al amparo solícito de la madre Esperanza. Esto anuncian las águilas con su ramo de paz en el pico y la Muerte su presa en las garras.

Al tender la vista por esta distinguida asamblea, observo con júbilo que todos los que la componen han sido dotados también de una buena parte de esta fuerza nativa o acumulada por la herencia. Por ello les felicito con toda mi alma. Lo esencial en este mundo que habitamos es nacer aptos para la lucha. Para no ser aplastados es menester aplastar.

Lo que de tengo que decirle es poca cosa, y podría reducirse a algunas palabras nada más: un campesino que se aleja un momento de su aldea, un escritor descontento de mismo que renuncia a la manía de escribir; y el techo de la casa nativa destacándose sobre el comienzo y el final de su historia.

A usted se lo digo especialmente, «señor de... tal», y á usted, «señor de... cual» y así soltaba una docena de nombres . Tres semanas que no traen ustedes el estipendio prometido, y así no es posible la instrucción, ni puede procrear la ciencia, ni combatirse con desahogo la barbarie nativa de estos campos.

Palabra del Dia

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