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Actualizado: 23 de mayo de 2025
Este pozo no tenía agua salobre, pero era porque estaba completamente seco... Y se habían visto obligados á seguir avanzando á través de una llanura siempre inmensa, siempre igual, guiándose por la brújula y sufriendo una sed de náufragos, que les hacía marchar con la boca jadeante, los ojos desorbitados y una expresión de locura en ellos.
Tiramos de una cadena que colgaba cerca de la puerta y sonó una campana a lo lejos. Salió a la puerta una criada vieja, y Allen le dijo que éramos náufragos. -Se lo voy a decir al capitán. Esperad. Desapareció, y al poco rato se abrió una de las ventanas iluminadas de la casa y se presentó en ella una figura de hombre, que gritó: ¡Eh, los náufragos! ¡Adelante!
De vez en cuando se oían sus gritos, que el viento llevaba hasta la chalupa, y que parecían intimaciones para que los náufragos se detuviesen; mas éstos no hacían caso de tales amenazas. Las montañas de la gran isla iban haciéndose más perceptibles por momentos, y la costa empezaba a delinearse confusamente hacia el Norte, corriendo de Este a Oeste.
Al siguiente día los náufragos del junco dejaban la aldea de Uri-Utanate, y descendían la corriente del río Durga en una de las mayores y mejor provistas embarcaciones de aquellos naturales. El hijo del jefe y doce de los más hábiles marinos indígenas les acompañaban para defenderlos de los piratas de la costa y guiarlos hasta las islas Arrú.
Lubimoff hasta tiene la sospecha de que uno de sus duelos fué por esta patrona de casa de huéspedes. Los restos de su fortuna le proporcionan una renta para vivir en modesto bienestar. Será uno más entre los náufragos que se retiran á la Costa Azul para acordarse, bajo las palmeras, de sus triunfos olvidados. Su viejo ayuda de cámara le acompañará en este destronamiento.
Vivían en la vieja barraca lo mismo que los náufragos que se aguantan sobre un buque destrozado: tapando un agujero aquí, apuntalando allá, haciendo verdaderos prodigios para que se sostuviera la techumbre de paja, distribuyendo sus pobres muebles, cuidadosamente fregoteados, en todos los cuartos, que eran antes madriguera de ratones y sabandijas.
Varios soldados británicos, serenos y flemáticos, pidieron, al subir, una pipa, y empezaron á fumar con avidez. Otros náufragos, ligeros de ropa, se limitaban á envolverse en una manta, iniciando el relato de la catástrofe minuciosa y serenamente, como si estuviesen en un salón.
Junto á la rampa de bajada estaban los animales de desecho: asnos sin orejas, de pelo sucio y asquerosas pústulas; caballos tristes, cuyo pellejo parecía agujerearse con lo anguloso de la descarnada osamenta; mulas cegatas, con cuello de cigüeña; toda la miseria del mercado, los náufragos del trabajo, que, con el cuero rayado á palos, el estómago contraído y las excoriaciones inflamadas por las moscas verdosas y panzudas, esperaban la llegada del contratista de las corridas de toros ó del mendigo, que aún sabrían utilizarlos.
Siempre que leía aventuras de viajes lejanos, grandes penalidades de náufragos, misioneros, conquistadores, etc., etc., lo que más compadecía era la ausencia probable de las babuchas.
Los vapores se detenían en sus anchos círculos de exploración para echar al agua las embarcaciones de auxilio, que iban recogiendo los cadáveres de los náufragos y los vivos próximos á desfallecer. Ferragut, en su desesperado encierro, percibió nuevos gritos anunciadores de un suceso extraordinario. Otra vez la cruel necesidad de saber le arrastró á la cubierta.
Palabra del Dia
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