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Actualizado: 26 de julio de 2025


Maderas de raíz de nogal con filetes negros, y cuero cordobés con grandes clavos de níkel; armarios llenos de libros regularmente grandes, lujosa y severamente encuadernados; cortinones de color de café con rica y severa pasamanería; alfombra persa de severos colores; coronas de marqués en cada paño y en cada mueble; algunos cuadros al óleo, de tan severo gusto, que costaba trabajo descifrar el asunto de ellos debajo de la pátina que los obscurecía..., y así sucesivamente.

Este baño de precioso metal lo había adquirido en una subasta, juzgando tal compra como el acto más culminante de su opulencia. No sabía con certeza su origen: tal vez era un mueble de príncipes; tal vez debía la existencia al capricho de una cocota ansiosa de ostentación.

¡Cuántas veces están jurando adhesión a sus patrones y ya tienen oculto dentro de un mueble al amigo que va a dar el golpe! ¡Y luego son los más empeñosos en llamar a la policía y darle cuenta del hecho, suministran datos y noticias, sospechan que al ladrón lo han visto rondando la casa y que es de este porte y del otro!

Encima de estos muebles se veían roperos sin ropa, jaulas sin pájaros, y arrinconado en la pared, un biombo de cuatro dobleces, mueble que, entre los demás, tenía no qué de alborozado y juvenil.

Abandonaba su tarea de escoger en los montones de basura y hacía sentar a Maltrana en el mejor mueble de la casa, un banco procedente de un tranvía viejo que había comprado por entero con la ayuda de su camarada el señor Polo: magna empresa para la que juntaron sus capitales. La señora Eusebia no podía ver a Isidro sin lamentar inmediatamente la triste suerte de su hija.

Para Cristeta una actriz era una mujer que nunca deja de tener a sus pies un hombre arrodillado, y en su camarín un mueble lleno de doblas con que pagar albricias por los mensajes de amor. Ignoraba que muchas veces la que en las tablas hace de princesa es en su casa criada de misma.

Entre tanto, ni una hilacha por los suelos, ni un mueble fuera de su sitio, ni un papel ni un cachivache desarreglado encima de la mesa-ministro, detrás de la cual se arrellanaba el marqués en un sillón de una severidad de líneas intachable. Verdaderamente valía mucho más la urna que el santo. Bien mirado, en ropas menores, digámoslo así, el marqués estaba ya hecho una ruina.

Currito era un holgazán, un perdido, un verdadero mueble, pero tenía un corazón afectuoso y leal. A D. Luis, que era el ídolo de Currito, le sucedía como a todas las naturalezas superiores con los seres inferiores que se les aficionan. D. Luis se dejaba querer; esto es, era dominado despóticamente por Currito en los negocios de poca importancia.

, y dije: buen mozo, con barba corta y bigote largo, bien plantao, mu fino... en fin, usted. Gracias, prenda. Pues mañana tienes que venir aquí para que te otra carta. Mire usted que me despiden. Calla, y escucha. Te daré la carta y la dejas sobre un mueble donde ella la vea, Si riñe, hemos concluido, y pensaremos otra cosa: si calla, ya sabemos a qué atenernos.

Protestó, como siempre, al notar que el amante, incorporándose en la cama, buscaba el conmutador eléctrico. Nada de luz: ella gustaba de comenzar sus arreglos al fulgor de la chimenea. Más adelante podría encender. Y vagó por la habitación, buscando de mueble en mueble las piezas de ropa esparcidas al azar en la locura pasional del primer momento.

Palabra del Dia

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