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Actualizado: 3 de mayo de 2025
Es indudable: se necesita nacer con un organismo musical para distinguir en los tintes del estilo las obras de los poetas clásicos del sonido. ¡Con qué solemne majestad traducía a Beethoven! ¡Qué ligereza elegante y delicada adquiría su mano para bordar sobre el teclado uno de esos tejidos aéreos de Mozart, tan tenues como los hilos invisibles con que dirigía su carro la reina Mah!
Suponed que un conjunto de instrumentos dispuestos con el conveniente mecanismo ejecutan con admirable precision las mejores concepciones de Bellini ó de Mozart; ¿á qué se reduce todo falta un ser sensible? á vibraciones del aire combinadas con cierta ley; á puros movimientos de un flúido sometidos á una precision geométrica.
Marqués coloca sus inspiradas sinfonías, sin extrañeza de nadie, con aprobacion de todos, al lado de las de Mozart y Beethoven, y Arrieta y Caballero engrandecen poco á poco la zarzuela para que, en dia no lejano, la noble aspiracion de la ópera española se convierta en hermosa y firme realidad.
Otras veces, echando atrás su hermoso busto, como si contemplara con la imaginación salones festoneados de rosas, en los que danzasen huecas faldas, pelucas empolvadas y tacones rojos, rozaba las teclas, haciendo sonar un minuetto de Mozart, vagoroso como un perfume elegante, cual la sonrisa de una boca de princesa, pintada y con lunares postizos.
Sí, señora respondió el barón . La admiro y la venero; es decir, la música profunda, sabia, seria; la música filosófica, como la han entendido Haydn, Mozart y Beethoven. ¿Qué está diciendo? preguntó el general a Rafael, que se había acercado para saludar a Rita ¡Música seria y sabia! ¡La filosofía del taralá! ¿Cómo pueden decirse tamaños desatinos delante de gentes sensatas?
Su hermano lo descubrió, y tuvo la crueldad de llevarse el libro y la copia, lo que de nada le valió, porque a los dieciocho años ya estaba Sebastián de músico en la corte famosa de Weimar, y no tenía como organista más rival que Haendel. Pero de todos los niños prodigiosos en el arte de la música, el más célebre es Mozart. No parecía que necesitaba de maestros para aprender.
Si la mímica ó el arte dramático, la caricatura, el vals fugitivo y el palacio pintoresco pueden aparecer en las grandes metrópolis de la industria, la política y la moda, no así el poema sublime, el cuadro severo de pintura, la obra magistral y divina de arquitectura y escultura, ó las solemnes y graves armonías de Mozart ó Bellini.
Venga usted con nosotros, Juan, voy a tocar una pieza de Mozart en el clavicordio de María Antonieta. Cerraremos la puerta para que las débiles notas del clavicordio no se oigan en el piso de arriba. El salón chico era precioso con su tapicería Luis XVI de muaré blanco rayado de azul pálido, sus muebles de vieja laca de coromandel y sus largos espejos colocados sobre delicadas consolas.
Uno de los mancebos más elegantes, que se había preparado en Madrid para cinco carreras especiales consecutivamente, sostenía la primacía de los maestros alemanes, asegurando que no había óperas como Roberto, Hugonotes y Profeta, ni música sinfónica que pudiera competir con la de Beethoven y Mozart.
¡Oh!, se lo decía el corazón.... Antonio sería algo bueno, la gloria de los Reyes.... Y acaso, acaso, cuando se hiciera rico, ya conquistando una gran posición política o escribiendo dramas, lo cual le halagaba más, o, lo que sería el colmo de la dicha, como gran compositor de sinfonías y de óperas, como un Mozart, como un Meyerbeer, él, su padre, ya viejo, chocho, chocho por su hijo... le metería en la cabeza que restaurase en Raíces la casa de los Reyes...; y él, Bonis, vendría a morir allí... en aquella paz, en aquella dulzura de aquel crepúsculo, entre ramas rumorosas de árboles seculares, mecidas por una brisa musical y olorosa, que se destacaban sobre el fondo violeta del cielo del horizonte, donde el último aliento del día perezoso se disolvía en la noche.
Palabra del Dia
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