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Actualizado: 27 de junio de 2025


Poco más tarde, en la gran sala de la quinta, aparecieron Morsamor y Tiburcio, donna Olimpia y Teletusa y los dos formidables escuderos. Todos se movían y se afanaban como en el momento que precede a un largo viaje. Donna Olimpia y Teletusa estaban hartas de Portugal y habían resuelto acompañar a Morsamor y a Tiburcio al extremo Oriente.

Al amanecer de un día del mes de Septiembre, la nave de Morsamor se hallaba a la vista de Chaul, muy cerca de la costa. Densísima niebla quitaba su transparencia al aire y extendida sobre la superficie del mar, ofuscaba la vista.

En amplio canastillo de flexibles entretejidos juncos, de pie y abrazándose se colocaron los novios; y cuantos allí asistían derramaron sobre sus cabezas puñados de arroz que tomaban de otros canastillos menores. Morsamor asió luego el táli, largo cordón de seda y oro en cuyos extremos resplandecían dos esmeraldas.

Dos purohitas o brahmanes que oficiaban asistiendo a Narada, pusieron en la mano derecha de Morsamor algunos hilos de azafrán, enlazados por larga cinta a otros hilos de azafrán que pusieron en la mano izquierda de Urbási. Narada asió después la diestra de Morsamor y la unió a la diestra de Urbási.

La desilusión, la esperanza perdida, le trajo a la vida monástica. En ambos reinos, unidos ya bajo el centro de Isabel y Fernando, había cambiado todo y era menester que Morsamor también cambiase. La paz y el orden con enérgica severidad habían venido a sobreponerse a la confusión y al alboroto que estimulaban tanto la ambición y la codicia.

No volverán hasta tres horas después de mediodía, porque hoy tienen Recordatorio galante. Impaciente Morsamor por averiguar lo que aquello significaba, interrumpió al viejo preguntándole: ¿Y qué recordatorio es ese?

Morsamor desenvainó entonces la daga que llevaba en el cinto, y, exclamando, ¡defiéndete, miserable! , se arrojó sobre Cardoso, que desnudó también su puñal y le aguardó sereno. El ímpetu y la destreza de Morsamor eran incontrastables. Con el brazo izquierdo paró el golpe que Cardoso le asestaba, y con acierto pasmoso hundió su daga en el pecho del rebelde hasta la empuñadura.

El continuar juntos, dice ella, sería causa de debilidad y a todos nos dañaría. Ella sola tiene también colosales proyectos. Quiere visitar la Meca, el reino del Preste Juan, el Egipto, la Tierra Santa y qué yo cuántas otras regiones. Por Dios no tengáis pesadumbre de que nos separemos de vosotros. La pesadumbre de Morsamor sólo podría nacer, si la tuviese, de su vanidad ofendida.

Pero, al distinguir a Morsamor con inocentes favores, al atraerle con blandas sonrisas y con apenas perceptibles, fugaces y dulces miradas, y al mostrarse con él más conversable y benigna que con los otros hombres, doña Sol hizo que él se engriese y se juzgase correspondido.

En vista de tan unánime concordancia de pareceres, Morsamor dispuso que se navegase hacia Chaul, y así lo hizo Fréitas, con todo el cauteloso esmero que convenía para esquivar el encuentro de superiores fuerzas contrarias y para acudir en la más oportuna sazón a dar a los amigos inesperado socorro.

Palabra del Dia

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