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Actualizado: 27 de junio de 2025


Y de allí zarpó la magnífica armada de dieciocho bajeles, tan poderosos y bien artillados que, como dice Gil Vicente en su auto, no podían menos de hacer temblar al turco. A poco de la partida de la Infanta doña Beatriz, la corte se fue a Cintra, deliciosa residencia de verano. Morsamor, como gran forastero, siguió a la corte, acompañado de su doncel Tiburcio.

Narada, que sabe muchísimas cosas, sabe también las lenguas latina e italiana y podrá entenderse perfectamente contigo. ¿Quieres oírle y tratar con él de tan importante negocio? Exaltada la ambición de Morsamor con lo que Tiburcio acababa de revelarle, se prestó a recibir y a oír a Narada y le aguardó con impaciencia.

Pero ¿crees dijo Morsamor, en un arranque de escepticismo, porque era muy escéptico para su época , crees que ande tan suelto el diablo y que Dios permita que nos tiente y seduzca? ¡Y vaya si lo creo! contestó el doncel sutil . En nada se opone eso a la bondad divina y a la persistencia del humano libre albedrío.

Morsamor enredó el táli a la garganta de Urbási, dándole tres vueltas y sujetándole con triple lazada. La novia miraba hacia el Oriente mientras que el novio así la prendía.

A sus ojos sólo quedaba en pie el venerando e indestructible ideal religioso, que se alzaba como elevadísima y solitaria torre en medio de un campo arrasado y lleno de ruinas. Lo único que quedaba como refugio, consuelo y fin de la vida de Morsamor era la religión. Hízose, pues, religioso por no saber qué hacerse.

Morsamor y los suyos creyeron oír frecuentes estampidos como de disparos de bombardas, y hasta imaginaron columbrar el resplandor siniestro que a los estampidos precedía. Sin temor, no obstante, aunque con extraordinarias precauciones, se fueron acercando hacia donde sonaban los disparos.

Acaso la nave que hemos visto no lleva en vano el nombre de Victoria. Acaso va mandándola el otro portugués de cuyo nombre no os acordáis. ¿Y cómo se llama ese otro portugués? preguntó Miguel de Zuheros. Ese otro portugués contestó Fréitas se llama Fernando de Magallanes. Rarísimo personaje era Morsamor.

La presencia de Urbási, deslumbradora de hermosura, excitó la admiración de todos. En el alma de Morsamor se avivó con violencia el amoroso fuego. El andar de Urbási más parecía de deidad que de criatura humana.

Yo me iba, mi madre, Las rosas coger, Hallé mis amores Dentro en el vergel. Cualquiera pensará que, en medio de tanto deleite, Morsamor estaba contento. Mucho distaba, no obstante, de ser así. En cierto modo puede bien afirmarse que Morsamor se hallaba cada día más prendado de donna Olimpia.

El ocultismo dijo Morsamor no acaba de justificarse a mis ojos. ¿Por qué escondéis avara y egoístamente vuestra ciencia, si vuestra ciencia es buena y puede hacer a los hombres, mejores y más dichosos? No transmitimos nuestra ciencia respondió el sabio viejo porque lo esencial de ella es intransmisible.

Palabra del Dia

cabalgaría

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