Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 24 de junio de 2025


El Magistral mordía yerbas largas y ásperas y meditaba con una sonrisa amarga entre los labios. «¡Ironías de la suerte! El fruto que se ofrecía, que le caía en la boca, allí... despreciado... y el imposible codiciado... cuanto más imposible, más codiciado.... Sin embargo, para que fuese menos ridícula su situación en el Vivero, le parecía muy oportuno poner por obra lo que meditaba.

Embustera dijo Francisca a la sordina, mientras yo me mordía los labios para no reír. ¡Ah! gimió la de Dumais, nuestras pobres hijas no podrán decir otro tanto... Lo diremos de todos modos, mamá. A cuarenta años de distancia se dicen siempre esas cosas aunque sean inexactas exclamó Francisca sin poder contener su maldita lengua.

Pero ¡qué rica! exclamaba el cazador . Mírala, Isidro: lo mejor del mundo. Cincuenta reales me costó en Colmenar; no había quien la tocara: una verdadera fiera. A uno le destrozó un dedo. Se agarraba a las manos y ni Dios la hacia soltar. Yo la he criado tal cual la ves, y come en mis labios y me quiere lo mismo que Feliciana. Pero esto sólo puedo hacerlo yo. Si la tocases, te mordía.

Batiste, solo bajo la parra, sin abandonar su postura de oriental impasible, mordía su cigarro, siguiendo con los ojos la marcha de la procesión.

El pobre animal retrocedia, avanzaba, ladraba, se mordia á mismo, chillaba, gruñia, y cuanto más se meneaba, más se encendia la lana. El amo le llamaba, y queria apagar el fuego, pasando el baston á raíz de la piel; pero el palo le lastimaba las quemaduras, y el perro aturdido hacia ademan de morder al amo, con una rabia y un atolondramiento indefinibles.

Algo de siniestramente sobrehumano parecía traslucirse entonces en el gracioso rostro de Tiburcio, casi sin bozo, como de gentil adolescente. Acalorada la imaginación de Morsamor, creyó ver que la espada que Tiburcio llevaba en la diestra no era inerte acero, sino serpiente viva que se hundía en el pecho de los contrarios y mordía y destrozaba los corazones.

Todo se derrumbaba de golpe. Otra vez se sentía solo, pobre y desvalido; tornaba a ser un mísero escribiente, el mismo ser vulgar en quien nadie fijaba la mirada. Pero más cruelmente aún que este dolor le mordía el alma otro que pocos conocen; el del artista que duda de mismo.

Aquel pobre perro que se quemaba vivo, que se mordia á propio, que tenia la rabia del frenesí, al notar que su amo le amenazaba con el palo, pegaba el vientre al suelo y lamia el extremo del baston.

Ahora le tocaba á ella libertarle, como él lo había hecho sacándola de la servidumbre, y una voz interior le sugería la idea y presentaba á su imaginacion un horrible medio. ¡El P. Camorra, el cura! decía la voz. Julî se mordía los labios y quedaba sumida en sombría meditacion. A raiz del crímen de su padre, habían preso al abuelo esperando que por aquel medio aparecería el hijo.

Todo de negro, abrochada la levita ceñida hasta el cuello, don Álvaro, pálido, mordía de rato en rato el puro habano que tenía en la boca, sonreía a veces y se volvía de cuando en cuando a contestar a un interlocutor, invisible para Visita. Era don Víctor Quintanar.

Palabra del Dia

ayudantes

Otros Mirando