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Actualizado: 24 de junio de 2025
Y Pepita se mordía los labios para no reír, sin saber ciertamente por qué le regocijaba esta frase que no había encontrado nunca en sus libros cuando la enseñaban francés.
Patiño se mordía los labios de coraje. ¡Los buenos tiempos! ¡El, que pensaba que nunca los había tenido mejores! Pero con su inmenso talento diplomático sabía disimular y sonreía también como el conejo. ¿Cuándo te han comprado esa pulsera? preguntó Pacita a Esperanza, reparando en una caprichosa y elegante que ésta traía. Me la ha regalado el general hace unos días.
Soy tuya... Tú eres mi único amor. Yo no soy casada... Y con caricias de gata mimosa le paseaba sus manos finas y pálidas por el rostro, estampaba en él menudos, infinitos besos, le anudaba los brazos al cuello, se lo mordía con leves y fugaces mordiscos de ratón.
Se les dejó a los dos una chaqueta para envolver el brazo izquierdo y parar los golpes. Fué un combate terrible, en que los dos enemigos saltaban, se agarraban, se mordían. Varias veces Silva Coelho tuvo sujeto por los pelos a Chim e intentó herirle; pero entonces el malayo se acercaba al portugués, hasta estrecharse con él, y le mordía en la muñeca, y el otro tenía que soltar la cabellera.
Cuando esto le pasaba, el P. Gil se mesaba los cabellos y se mordía las manos; metía la frente por la almohada, a ver si lograba paralizar su pensamiento. Se horrorizaba de sí mismo. Después del lamentable suceso que privó a D. Miguel de licencias para confesar y decir misa, quedó él al frente de la parroquia.
Ocupábase en escribir en un cartapacio, y de cuando en cuando se daba palmadas en la frente y se mordía las uñas, estando mirando al cielo; y otras veces se ponía tan imaginativo que no movía pie ni mano, ni aun las pestañas: tal era su embelesamiento.
Pepa Frías, si no comía porque estaba ahita, pellizcaba en las frutas y confites, teniendo detrás de su silla a Calderón, Pinedo, Fuentes y otros tres o cuatro caballeros maleantes que gozaban en tirarle de la lengua. No se la mordía, en verdad, la fresca viuda. Se defendía admirablemente de todos ellos parando y contestando los golpes con maestría. ¿Dónde dice usted que tiene gota, Pepa?
Estaba ahora, y estuvo durante los breves momentos que siguieron, de pie, con la rodilla sobre el silloncito. Mordía un papel jamás supe de dónde pudo salir y me miraba, subiendo y bajando imperceptiblemente las cejas. ¿Por qué? repuse al fin.
María era de natural compasivo y le dolían los martirios de la niña, aunque no los conocía todos, porque Amalia procuraba guardarse de los criados, exceptuando Concha. Si no era suelta de lengua, no se la mordía tampoco para censurar en la cocina la conducta de su señora. Querida, esto es peor que la Inquisición. No parece que estamos entre cristianos, sino entre perros judíos.
Pasé a su lado como una exhalación, y encontré a mi hermana tendida en el suelo, sin conocimiento, con la cabeza sobre las rodillas de mamá. ¿Qué le han hecho ustedes a Marta? grité dejándome caer de rodillas junto a ésta. Nadie me contestó. Mamá, desatinada, se retorcía las manos, y papá se mordía el bigote, sin duda para retener las lágrimas.
Palabra del Dia
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