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Actualizado: 4 de junio de 2025
No obstante, declaro que es más agradable el baño frío que se toma en pleno verano en las profundas balsas del torrente, por donde pasan las primeras aguas del arroyo en las gargantas mismas de la montaña.
Las minas rendían enormemente; el campamento estaba celoso de sus privilegios y miraba con prevención a los forasteros; no se estimulaba a la inmigración, y al efecto de hacer más perfecta su soledad, compraron el terreno del otro lado de la montaña que circundaba el campamento en donde hubiese cuajado perfectamente el célebre adversus hostem, eterna auctoritas de los romanos.
Según los brahmanes, ese dios dominador era Siva: según los budhistas, era Budha: según los gnósticos de los primeros siglos cristianos, era Jehová. Menos respetuoso aún, un armenio, Moisés de Chorene, entusiasta por su noble montaña del Ararat, ve en la cima del pico de Adán la huella de Satanás, el eterno enemigo.
Cuando se sentaron a la mesa, muy corrida ya la una de la tarde, los de Peleches, Nieves sentía quebrantos en el cuerpo, como si hubiera rodado por una montaña; y además estaba medio asustada con las cosas de aquellas mujeres tan parleteras, tan maldicientes y tan feroces. Le aterraba la idea de un trato frecuente con ellas, y pidió por misericordia a su padre que la librara de ese suplicio.
«Después de descender la montaña indicada se encuentra el río Diquiran y hay que marchar por el mismo, contra su corriente y con rumbo al E. una milla, y después hay que dejar éste y tomar un arroyo con rumbo al S., y á 2 millas se encuentra el cerro y criadero antes dicho». «El tiempo empleado en recorrer el trayecto indicado, al paso acelerado del indio, es de cuatro horas».
Desde muy niño, desde el albor de su vida, de que no tenía sino muy confusas memorias, se había criado en el castillo del terrible D. Fruela, poderoso magnate de la montaña. El castillo estaba en una altura muy cerca de la costa.
Tenía el país mucho carácter: eran las Vascongadas, rudas y hermosas. Por todas partes dominaban el camino amenazantes alturas, coronadas de recias casamatas o fuertes castillos recientemente construidos allí para señorear aquellos indomables cerros. En los flancos de la montaña se distinguían anchas zanjas de trincheras o líneas de reductos, como cicatrices en un rostro de veterano.
Estaría con los roders en la montaña, o los negocios le habrían llevado al otro extremo de la provincia. Marieta se atrevió, por fin, a salir del pueblo; a ir a Valencia para sus compras... ¡Ah, la señora! ¡Qué importancia se daba con el dinero de su pobre marido! Tal vez buscaba que los señoritos le dijesen algo, viéndola tan guapetona...
Contengo mi indignación para entonces y prometo no escasearla, en la seguridad de que todos los venezolanos han de unir su voz a la mía en un coro expresivo. A las dos de la tarde tomamos un carruaje, pasamos por la aldea de Maiquetia, situada a pocas cuadras de La Guayra, a orillas del mar, y comenzamos la ascensión de la montaña.
Á toda costa no querían llamar la atención y caer sobre la romería de improviso. Una vez en el camino de la Pola ascendieron por la montaña hacia el santuario del Otero no siguiendo el camino trillado, sino por senderos extraviados. El campo donde la fiesta se celebraba era un prado casi circular y llano sobre la misma colina.
Palabra del Dia
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