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Actualizado: 1 de mayo de 2025


Se oyó el ruido de la silla del cura al levantarse con violencia. No; no se vaya... yo me iré... ¡si yo soy el último mono! ¡si ya que quien priva aquí es el sobrinito!... Pero algún día le abrirá Dios los ojos... Al fin se ha de saber quiénes son los que sirven desinteresadamente, y quiénes los que vienen solamente a pescar una herencia.

Los duraznos los comimos anoche intercedió Melchor, pero yo no me he comido el moño. ¡Ni yo! ¡Ni yo tampoco! Yo decir dijo Baldomero, que anoche cuando la puse aquí lo tenía. Se lo habrán comido los ratones dijo Ricardo. ¡Eso ha de ser! dijo irónicamente Baldomero, agregando: ¡Miren que no haber caído en la cuenta! A propósito, Baldomero, ¿quiere pedir la cuenta a Garona?

En esto, volvió maese Pedro, y en una carreta venía el retablo, y el mono, grande y sin cola, con las posaderas de fieltro, pero no de mala cara; y, apenas le vio don Quijote, cuando le preguntó: -Dígame vuestra merced, señor adivino: ¿qué peje pillamo? ¿Qué ha de ser de nosotros?. Y vea aquí mis dos reales.

¿Y el que dice que nuestros abuelos eran monos? Valiente mono mal educado está él... pero, mujer, si ni siquiera viste de persona decente.... Yo nunca le he visto el cuello de la camisa... ni chistera...

A la mañana siguiente, requerida por un vecino que oyera durante la noche extraños gritos, la policía entró en la casa desierta... Registrándola, sólo halló al mono gigantesco en su jaula, sentado sobre la paja, arrullando tiernamente en sus brazos a una mujer pálida, muerta, ¡muerta de terror!

Mira, Soledad, no hay nada que más me ensanche el corazón que verte alegre y contenta. Cuando te oigo reir, las puertas del cielo se abren de par en par para ... Pero me hace daño que te pongan tan alborotada las desvergüenzas de ese mono sabio... ¡Me revienta ese tío!... no lo puedo remediar. Luego hazte cuenta que todas esas gracias mohosas las suelta para tu regalo.

A Kant le pone por las nubes; pero después de Kant apenas hay más que él en el mundo: Fichte es un mono, y Hegel, el que por tanto tiempo hemos admirado como el Aristóteles de la edad novísima, no es más que un charlatán atrevido.

La impresión que uno siente es fuerte, mucho más que la que produce el mono, cuyas muecas nos son antipáticas. Nunca olvidaré las focas del Jardín Zoológico de Amsterdam, delicioso museo, tan rico y bien organizado, y uno de los sitios más encantadores que existen en el mundo.

Este continuo ir y venir acabó por interesar á los comerciantes de la calle y á sus dependientas, muchachas de alto y complicado moño que parecen soñar detrás de los escaparates, esperando un millonario que las saque de su injusta obscuridad. «¡El príncipe LubimoffTodos le conocían, y era tal su fama, que inmediatamente cien ojos buscaron cuál podía ser el objeto de sus paseos.

Nunca tuvimos un disgusto. Era lo más complaciente...; aquel abrigo ¿te gusta?; es una salida de baile que imita al capote del kronprinz en campaña...; muy bueno era Arturo. No le puedo olvidar, hijita. En balde trato de distraerme... aquel gorrito ¡qué mono! ¿no? es para la playa...; le tengo siempre presente, y no creo que pueda volver a querer a nadie como...

Palabra del Dia

ciencuenta

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