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En esto, volvió maese Pedro, y en una carreta venía el retablo, y el mono, grande y sin cola, con las posaderas de fieltro, pero no de mala cara; y, apenas le vio don Quijote, cuando le preguntó: -Dígame vuestra merced, señor adivino: ¿qué peje pillamo? ¿Qué ha de ser de nosotros?. Y vea aquí mis dos reales.

15 Nací como nace el peje En el fondo de la mar; Naides me puede quitar Aquello que Dios me dio Lo que al mundo truje yo Del mundo lo he de llevar. 16 Mi gloria es vivir tan libre Como el pájaro del cielo: No hago nido en este suelo Ande hay tanto que sufrir, Y naides me ha de seguir Cuando yo remuento el vuelo.

El roce de los grandes peces que huían medrosos, con una violencia de proyectil, le hacía reír. En las horas nocturnas pasadas ante los barquitos del abuelo, Ulises le oyó hablar del Peje Nicolao, un hombre-pez del estrecho de Mesina, citado por Cervantes y otros autores, que vivía en el agua manteniéndose de las limosnas de los buques. Su tío era algo pariente del Peje Nicolao.

Y así, lector curioso, si quisieres El número saber de las doncellas De cuatro mil ya pasan como estrellas. De frutos de la tierra y de Castilla, De pan, y vino, y carnes y pescado Hay copia; pero oid la maravilla, Que que aconteció un dia pasado. Un peje palometa, que freilla Pensaba una muger enharinado, De la sartén saltó muy derrepente, Y el dedo le cortó redondamente.

Jugóse allí al presente que faltaba De carne media libra al desdichado, Y el peje palometa lo llevaba En la boca redondo aquel bocado. Mas de otro decir que lamentaba Su suerte desastrosa y triste hado, Que en la boca de un pez perdido habia, Lo que el pez le cortó con gran porfia.