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Actualizado: 9 de junio de 2025


Desde ese día la cólera pareció extinguirse completamente en él; una vez lo insultaron en la calle, le pegaron, y sin embargo dejó quieto en el fondo de su bolsillo el cuchillo que los aldeanos de aquel lugar emplean de ordinario con gran facilidad. Pasaron años... Martín acababa de llegar a la mayor edad cuando murió el molinero. Su mujer no tardó en seguirlo.

Sin duda, el joven molinero se ha dormido a la orilla del arroyo; un beso va a despertarlo, y, cuando abra los ojos, la molinera se inclinará sobre él para decirle: «¡Perdóname! ¡siempre te he amadoPero no... ¿qué significan esas extrañas palabras de cámara de cristal azul? ¿Por qué es preciso que duerma allí hasta que el mar haya absorbido la última gota de los riachuelos?

Lleno de terquedad, no volvió a su pueblo; se fue primero a probar fortuna en tierras extrañas, viajando a diestro y siniestro por montes y por valles. Y después, al cabo de tres semanas, reconociendo que, a pesar de la presencia de la hija del molinero de Lehnort, la vida era mil veces más bella en el molino de Felshammer que en cualquier otra parte, emprendió alegremente el camino a su pueblo.

Razonte y su criado Carlino, que es el gracioso, alcanzan nadando la Sierra, por haberse ido á pique, en una tempestad, el buque que los traía; los pescadores de la costa los acogen hospitalariamente, y son llevados á la casa de un rico molinero, llamado Butrago, en la cual permanecen muchos días.

Como que es el molinero de Salisbury, caballero en su mula bermeja y probablemente atiborrado de cerveza, según costumbre. Por eso es que el escudero debe preguntar, en caso de duda, si el pasante es ó no caballero.

Me placía dibujarla en la corteza de los árboles... Gertrudis lanza un profundo suspiro y cierra los ojos. Y sigue la lectura, con los sueños del joven molinero ebrio de amor, hasta este grito de alegría, que domina el canto de los pájaros, el murmullo del arroyo, el ruido de las ruedas. ¡La hermosa molinera es mía!

De pronto oyeron en la escalera los pasos de su padre, torpes y vacilantes, como los de un beodo. Rosa se estremeció. Quiso ocultarse en su cuarto; pero antes de que pudiese hacerlo, ya el bárbaro molinero había caído sobre ella, mudo y rabioso como un tigre. La arrojó al suelo y empezó a darle tremendos golpes con una gruesa vara de fresno.

Tenía la hija del molinero de Riofrío figura arrogante y esbelta, y en sus movimientos había gracia inexplicable. Su rostro trigueño y sonrosado ofrecía ordinariamente expresión dura y hasta desdeñosa; pero era tan vivo, tan fresco, tan salado, que causaba en los hombres impresión placentera y picante al mismo tiempo.

¡Eh! ¿por qué no he de pensar? replica el molinero con el sordo gruñido que le es peculiar y que acompaña siempre a sus lacónicos discursos. ¡Eh pilluelo! continúa y la bonachona sonrisa que lo caracteriza en las horas de buen humor se extiende sobre sus facciones toscamente trazadas, y las ilumina. ¿Te has incomodado, eh?

¿Va de caza, señorito? le preguntó una criada con quien tropezó. No; voy a avisar al molinero para que deje en seco la acequia. Quiero pescar esta tarde. Salió a la carretera y siguió la dirección de Nieva esperando que el coche de sus padrinos le alcanzaría, como así sucedió a la media hora poco más o menos. Peña y don Rudesindo estaban fuertemente alterados.

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