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A esta prueba el universo no resiste: las moles de los astros desaparecen; la tierra se anonada bajo nuestras plantas; las distancias dejan de existir; el movimiento es un absurdo; nuestro propio cuerpo se desvanece; el universo entero se hunde en la nada, ó si continúa siendo algo, es cosa del todo diferente de lo que ahora nos figuramos.

A derecha é izquierda los ojos no descubren sino cerros desnudos y tristes, contrafuertes formidables de la Sierra, destrozados, revueltos, tajados en sus inmensas moles graníticas, ó multiplicándose en laberintos de rígidas colinas y laderas.

La mayor cantidad de aquellas piedras sale de las canteras en enormes trozos ó moles que, cuadradas en bruto, van á París por medio de canales, ó en carros gigantescos tirados por tres, cuatro ó seis de esos caballos normandos que parecen tener la constitución de la roca, á juzgar por su tamaño, su musculación y su fuerza.

HUEVOS MOLES. Se pone un vasito de agua fría y otro de azúcar, y se coloca al fuego hasta hacer un almíbar con bastante punto; se baten aparte las yemas de huevo, y cuando el almíbar está casi frío, se va incorporando poco a poco, sin cesar de mover, para que se mezcle bien con las yemas.

Un polígono que rueda con velocidad, nos parece una circunferencia: los astros se nos ofrecen como pequeñas moles: y considerando diferentes clases de objetos, podríamos notar que segun son las circunstancias, hay mucha variedad de apariencias. La naturaleza de un ser, no está en lo que parece, sino en lo que es.

Así fue como Paco Gómez, seguido tenazmente por los tricornios, se vio en la precisión, para escapar a un cintarazo, de meterse por el escaparate de la confitería de D.ª Romana, cayendo de bruces sobre una fuente de huevos moles y destruyendo por completo una magnífica tarta de borraja destinada al chantre de la catedral.

Detrás, al norte, en el fondo del pequeño puerto, se destacaban las sombras gigantescas, abultadas por la optica del mar, de la aduana, los muelles, la estación del ferrocarril y otros edificios del puerto, quedando mas lejos, medio confusas entre los vapores de la noche, las moles de la parte interior de la ciudad.

Formaban parte de la cordillera fragosa que separa las provincias del Norte de las del centro. Vegalora era, por tanto, el último concejo de la provincia en la región en que nos hallamos. Detrás de aquellas moles inmensas y oscuras se extendían los campos yermos y dilatados de Castilla.

Leve escalofrío recorría las filas de mujeres, las cuales se miraban como diciéndose: «¿Eh?, ¿qué tal? ¡Este que lo parla!». Y leído el último párrafo, que terminaba anunciando el próximo advenimiento de una era de perfecta libertad y bienestar absoluto, solían cruzar las manos, sonriendo y sintiéndose tan relajadas en sus fibras, tan blandas y dulces como un plato de huevos moles.

Con aquel espectáculo revivió mi espíritu adormilado, y comencé a respirar con avidez el aire de la hermosa vega, como si me hubiera faltado hasta entonces el necesario para la vida; caso que no admiró a Neluco por lo raro cuando se le declaré, porque, por una ley fisiológica, del peso «ideal» de las grandes moles que agobia a los espíritus avezados a las llanuras abiertas y despejadas, participa el organismo físico también.