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Actualizado: 14 de mayo de 2025
Me parece que Momo debería ya estar de vuelta; diez días lleva de viaje. Madre contestó Dolores , hay mucha tierra que pisar hasta Madrid. Manuel dice que no puede estar de vuelta sino de aquí a cuatro o cinco días. Pero ¡cuál no sería el asombro de ambas, cuando de repente vieron ante sí con aire azorado y mal gesto al mismísimo Momo en persona! ¡Momo! exclamaron las dos a un tiempo.
Las chivitas, que creyeron que era su madre, fueron y abrieron la puerta; y vieron que era el mismísimo Carlanco en propia persona.
Iremos a todas partes y, si me apuras, le mando a Paco o al mismísimo Mesía, el Tenorio, el simpático Tenorio, que te enamoren.
Deja en paz al pobre Nacional. Más le valdría banderillear mejor. A ti lo que debe interesarte es seguir matando toros como el mismísimo Dios... ¡Buena tardecita se prepara! Me han dicho que el ganado...
Usted, como incrédulo, dirá que la casualidad es quien me ha dado esta guerrera facha, y yo digo que es Dios, el mismísimo Dios quien se ha servido dármela.... Por tanto, amigo, es llegado el momento de que nos separemos.
A menudo y deliberadamente, solían darle largas diatribas contra él mismo, que sus compañeros de trabajo colgaban del gancho de su caja como original, pasándole inadvertidas frases tan lacónicas como éstas: «De-Hinchú es hijo del mismísimo diablo», «De-Hinchú es un bribón amarillo», y me traía aún la prueba tan contento, brillando sus ojos y sacando a relucir sus dientes con una sonrisa de satisfacción.
Mario convidó a sus amigos los tertulios del café del Siglo, Miguel Rivera, Adolfo Moreno, Llot, Oliveros, Romadonga y tres o cuatro compañeros de oficina: los señores de Sánchez, a varias distinguidas familias del comercio, y entre ellas a la del mismísimo presidente de la Liga de Productores, propietario de una gran fábrica de ladrillo refractario en las afueras de Madrid.
Aunque me buscase el mismísimo príncipe de Asturias, le diría que no. Ya tengo a mi Isidro, que es para esta pobrecita mucho más que los príncipes y los reyes. ¡Si supieras qué celos me daba una compañera de taller cuando decía que, aunque feo, eres simpático!... Terminada la cena, devoraron los dulces y bebieron las últimas gotas de vino.
Pues cogió mi hombre la carta, y hecha pedazos la tiró á la cesta de papeles, no volvido á acordarse más de semejante cosa. ¡Buena tenía él la cabeza para pensar en los compromisos y apuros de nadie, aunque fueran los del mismísimo Verbo?
Tenía una consola con incrustaciones que perteneció al mismísimo Grimaldi, y un ropero traído de París por la de los Ursinos. En cuanto al taller que D. Francisco necesitaba, fácil le sería conseguir de Su Majestad que le cediera un local de los muchos que estaban inhabitados y vacíos en el piso tercero.
Palabra del Dia
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