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Actualizado: 14 de julio de 2025
Y bien sabido se tenían Verónica y su padre que los intentos de la marquesa no podían traducirse en broma jamás. Siempre fueron órdenes sus lacónicas frases, y leyes inapelables sus deseos. Esto, en buena salud; ¡qué no sucedería cuando las molestias de la enfermedad la obligaban a ser más antojadiza y exigente?
Llevaba en la mano derecha un palo pinto, y debajo del brazo izquierdo un paraguas azul, muy grande y con remiendos. Habíame dado noticias sumamente lacónicas de mi tío. ¿Cómo anda de salud? le había preguntado yo en cuanto se me puso delante y a mis órdenes. Tan majamenti me había respondido él . Es de güena veta, y hay hombri pa largu.
Doctor cuando afirma expresamente que el alma no se conoce á sí misma por su esencia sino por su acto: «non per essentiam suam sed per actum suum.» Todo cuanto se halla de verdad en la dilatada exposicion de Kant sobre la limitacion de nuestro conocimiento á los actos de conciencia y sobre la falta del conocimiento intuitivo de la misma substancia del alma, del sujeto trascendental del pensamiento, está expresado en aquellas lacónicas palabras: nó por su esencia sino por su acto.
Preciso fue decirle que nada se sabía de aquello, y ella dominó de repente su dolor, poniéndose a dar órdenes para marchar a Madrid aquel mismo día, en aquel mismo momento; órdenes secas, lacónicas, terminantes, crujidos de su dolor inmenso que aguijoneaba la impaciencia... El correo pasaba a las cuatro, y necesitaban dos horas de coche para llegar a la primera estación de la vía férrea.
En la mesa, sentado entre María Teresa y la señora Aubry, producía la impresión de la fuerza serena y tranquila, mientras escuchaba, sonriendo, las frases que revoloteaban a su alrededor. Apenas terminado el primer plato, el señor Aubry le dirigió la palabra. Y bien, amigo mío, ¿qué hay de nuevo en la fábrica? Tus últimas cartas eran un poco lacónicas. Me debes algunos detalles.
A menudo y deliberadamente, solían darle largas diatribas contra él mismo, que sus compañeros de trabajo colgaban del gancho de su caja como original, pasándole inadvertidas frases tan lacónicas como éstas: «De-Hinchú es hijo del mismísimo diablo», «De-Hinchú es un bribón amarillo», y me traía aún la prueba tan contento, brillando sus ojos y sacando a relucir sus dientes con una sonrisa de satisfacción.
A los sermones de cualquiera, no hay para qué ir prosiguió De Pas por más que a veces la palabra de un pobre cura de aldea encierra en su sencillez tosca tesoros de verdad, enseñanzas lacónicas admirables, rasgos de filosofía profunda y sincera, parábolas nuevas dignas de la Biblia; pero como esto es pocas veces, conviene acudir a los sermones de oradores acreditados.
Palabra del Dia
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