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Actualizado: 29 de mayo de 2025


Seguíanle los once de tal suerte, Que juntos se metieron, y mezclaron En medio el enemigo, dando muerte A todos cuantos indios encontraron. Rompieron una esquadra grande y fuerte, En que de setecientos se pasaron; Salieron de otra banda cien flecheros Con ánimo gallardo muy lejeros.

Caminaban gravemente, como dos caricaturas de la riqueza y el clero, sin prestar atención a las risas de los curiosos, y se metieron en la taberna del Manco para hablar de sus asuntos entre dos «tintas». Isidro y Feliciana sentían impaciencia por verse en su casita. Dudaron un instante ante la puerta de un café, no sabiendo si almorzar en él.

Llegaron por fin a la calle de Zurita y se metieron en una herrería, grande, negra, el piso cubierto de carbón, toda llena de humo y de ruido. El dueño del establecimiento avanzó a recibir a la señora, con su mandil de cuero ennegrecido, la cara sudorosa y tiznada, y quitándose la porra, le dio sus excusas por no haber entregado los clavos bellotes.

Notaron, , de súbito, una cosa inexplicable y fenomenal. Todas las figurillas del Nacimiento se movieron, todas variaron de sitio sin ruido. El coche del tranvía subió á lo alto de los montes, y los Reyes se metieron de patas en el arroyo. Los pavos se colaron sin permiso dentro del Portal, y San José salió todo turbado, cual si quisiera saber el origen de tan rara confusión.

Otras muchas tonterías de este jaez cuenta Villalonga, las cuales no copio por no alargar este relato. Todos ellos, a excepción de Miquis que se murió en el 64 soñando con la gloria de Schiller, metieron infernal bulla en el célebre alboroto de la noche de San Daniel.

Un minuto después ya no había ninguno. ¿Dónde se metieron? Si os llamáis amigos nuestros, ¿por qué no lo demostráis cuando llega el caso? ¿Pensáis que los palos de los de Aller no duelen como los de Lorio? ¿Ó es que solamente somos amigos cuando nos encontramos allá á la orilla del río, y acá sobre los picos ya no nos conocemos? A medida que hablaba, Nolo se había ido exaltando.

¡Qué tonterías! gruñó don Mateo. ¡Belinchón y Miranda, que en su vida se metieron en estos asuntos del ayuntamiento ni quisieron ser alcalde, tomarlo ahora con tanto apuro! Las cosas habían cambiado mucho, en efecto. La lucha enconadísima que uno y otro bando sostenían en todos los terrenos donde podían, era más empeñada ahora en la corporación municipal que en ningún sitio.

Pasáron á la cola del cometa, y hallando una aurora boreal á mano, se metiéron dentro, y aportáron en tierra á la orilla septentrional del mar Báltico, á cinco de Julio de mil setecientos treinta y siete. Que da cuenta de lo que les sucedió en el globo de la tierra. Habiendo descansado un poco, se almorzáron dos montañas que les guisáron sus criados con mucho aseo.

Navegaron cosa de doscientas leguas hacia la laguna Mamoré, donde, dejadas las canoas, se metieron por la espesura de los bosques para no caer en manos de los Guaycurús; y tomando el camino hacia el pueblo de San Rafael de los Chiquitos, consumidos de los trabajos y de la hambre, llegaron, con mucha dificultad al dicho pueblo, y dieron las noticias que yo aquí he referido.

Un corregidor del Perú, llamado Quiros ó Quiroga, cuenta en suma en su relacion, que siendo de diez años, estando en Amberes, se embarcó en un navio, y que caminando por las costas de Magallanes, mucho antes del Estrecho, y metiéndose con la lancha por un riacho, saltando á tierra, dieron con él, el piloto, y todos los de la lancha, unos hombres que los llevaron por tierra, y que llegaron á una gran laguna; que allí los metieron en una embarcacion, y aportaron á una isla en medio de ella, en donde habia una gran ciudad é iglesia, donde estuvieron tres dias; que no entendian la lengua; y que al partir les dieron dos cajoncitos de perlas, que se cogian en aquella laguna.

Palabra del Dia

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