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Actualizado: 16 de julio de 2025
Ciertamente respondió Carlos con voz un poco alterada. Mientras Hardoin, muy verboso, se metía en una larga digresión sobre un proyecto de fiesta del «Mérito modesto», generalmente desconocido, Liette seguía con mirada inquieta al joven, que iba y venía en el comedor como si no pudiera estarse quieto.
El Faro, en el número del jueves, después de insultar con rabia a los jefes del Camarote, «se metía» también con él llamándole maliciosa y torpemente Pericles. Colocados así, uno enfrente del otro, en feroz y perpetua rivalidad, El Faro y El Joven Sarriense emplearon útilmente sus columnas en injuriarse con más o menos descaro, según arreciaba o aflojaba la lucha.
Las ropas de uno y otro mendigo chorreaban; el sombrero hongo de Almudena parecía la pieza superior de la fuente de los Tritones: poco le faltaba ya para tener verdín. El calzado ligero de Benina, destrozado por el mucho andar de aquellos días, se iba quedando a pedazos en los charcos y barrizales en que se metía.
Tuvo muy buen parecer para letrado; mujer de amigas y cuadrilla, y de pocos enemigos, porque hasta los tres del alma no los tuvo por tales; persona de valor y conocida por quien era. Padeció grandes trabajos recién casada, y aun después, porque malas lenguas daban en decir que mi padre metía el dos de bastos para sacar el as de oros.
Los capitanes de barcos negreros no necesitaban pólizas de cargo para dar cuenta del género recibido. Yo me figuro que Zaldumbide debía quedarse con más de la mitad de la ganancia en cada expedición. Durante el viaje, fuera de sus trabajos de capitán, solía rezar. Cuando se metía en el camarote, pasaba el tiempo jugando con sus monedas de oro, en compañía de la mona Mari-Zancos.
Después metía la mano en un bolsillo del pantalón, agitando la moneda de la venta, y acababa por entregarle un par de pesetas, sin queja alguna. Todo aquello era culpa del viejo régimen. -Ahí tienes decía con expresión solemne lo que es el unitarismo y la centralización. Tú tienes talento y te mueres de hambre; y como tú, muchos. El centralismo sólo aprovecha a los pillos.
Entendamos la existencia como una respetable señora que anoche, cuando más se movía el buque y en esta última cubierta había una obscuridad que metía miedo, chillando el viento como mil legiones de demonios, se escandalizaba de que muchos hombres fuesen al comedor sin smoking y las artistas alemanas fumasen cigarrillos en el invernáculo.
En cuanto al pago; la ciudad estaba orgullosa de su millonario. Ni en el Banco de España había la formalidad y la confianza que en su casa. Nada de empleados ni mesas; todo a la pata llana; pero ya se podían pedir miles de duros que, como él quisiera, no tenía más que meterse en su alcoba, y de misteriosos escondrijos sacaba cada fajo de billetes que metía miedo.
El zafio amante no la buscaba, dando su vuelta por segura; y al regresar el pájaro caprichoso, todo el barrio poníase en alarma con los golpes y los gritos, saliendo la Marquesita al balcón con el pelo suelto, pidiendo socorro, hasta que una zarpa la arrancaba de los hierros y la metía dentro para continuar el vapuleo.
Pero cuando ya D. Francisco metía la uña en el huequecillo de la madera, hubo en su espíritu un cambio de intención que debió de ser milagroso... Retirando sus dedos cerró la arqueta. A Rosalía le volvió el alma al cuerpo, y sus pulmones respiraron de nuevo.
Palabra del Dia
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