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Actualizado: 12 de junio de 2025
Cobo Ramírez abandonó por un rato a Esperancita dejándola en poder de su rival, para sentarse en un rincón delante de una mesita volante y devorar algunos trozos de boeuf d'Hambourg y jamón.
En las hojas de aquel ancho cuaderno de satinadas tapas negras, presentía una dolorosa revelación. En tanto Laura, recordando vagamente que había dejado el diario en la mesita, bajaba la escalera del vestíbulo. Pero se paró, indecisa, como retenida por una preocupación.
Después colocaron ante el Hombre-Montaña una mesita y un sillón, que sobre la mesa enorme parecían juguetes infantiles. También depositaron en la mesita muchos libros. Llegaba el profesor vestido de ceremonia, con su mejor toga y su birrete de gran borla, lo mismo que si fuese á leer una tesis ante la Universidad en pleno.
Casi en el medio de la habitación, junto a un escritorio elevadísimo, donde don Anselmo acostumbraba a escribir bajo el dictado de don Eleazar, sentado sobre un esqueleto de silla, estaba éste, desayunándose, delante de una mesita muy poco más grande que el plato en que comía.
Raquel, por toda respuesta, la miró con expresión de cansancio y de disgusto; y se marchó después de arrojar dos cartas sobre una mesita. Adriana quedó pensativa por largo rato, jugando con las cartas. Después abrió una, que era de Muñoz y la leyó rápidamente. Se trataba de un ultimátum.
Adivino en su rostro hace rato que desea hacerme una pregunta.... Gillespie indicó con un movimiento de cabeza que así era, y viendo que el profesor Flimnap ponía los codos en su mesita y la frente entre las manos para escucharle, se decidió á interrumpir la interesante lección.
Siempre el mismo sofá de cuadros amarillos, los dos sillones de paja, la Venus de Milo, y la Venus de Arlés en la chimenea, el retrato del poeta por Hébert, su fotografía por Esteban Carjat, y en un rincón, cerca de la ventana, el escritorio, una humilde mesita de oficial del registro, completamente atestada de librotes viejos y de diccionarios.
Anoche mismo me interrumpió tan inoportunamente que estuve a punto de clavarle un puñal. Aquellos detalles me interesaban vivamente. ¿Una mujer? pregunté. Sí, y preciosa. Usted la ha visto. ¡Ah! La del cenador, la noche aquella en que tres amigos de usted se estrellaron contra una mesita de hierro...
¡Tejer tu!... ¡No es posible!... Eres muy chica. ¡Y te gastarías esos lindos ojitos míos y esas queridas manitas!... Yo he de tejerte cuánto me pidas: una carpeta para tu mesita, un pañolón para tu muñeca... Di, ¿qué más quieres? ¡Por favor, mamá! rogaba la niña, sollozando casi. ¡Enséñame a tejer a mí, tú que eres tan buena! ¡Ten lástima de mí! ¿Y qué quieres tejer?
Cada diputado tiene un sillón rojo y en el respaldo del sillón que se encuentra adelante hay una mesita saliente para colocar la carpeta en la que lleva sus papeles, apuntes, etcétera. La derecha, entonces, como hoy, era minoría; el centro y la izquierda, la gran mayoría. Frente al cuerpo de taquígrafos encontrábanse los asientos ministeriales y para los subsecretarios de Estado.
Palabra del Dia
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