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Actualizado: 25 de mayo de 2025


El bravo Mervyn había corrido tan grave peligro, y él, Bevallan, ¿no se había hallado allí? ¡Fatalidad! Jamás se consolaría... no le quedaba otro remedio que colgarse como Crillon. Pues bien, si estuviese yo solo para descolgarlo me dijo el viejo Alain cuando me acompañaba por la noche emplearía todo el mayor tiempo posible para hacerlo.

La miré sin hallar nada que decirle. Si lo incomodo, me quitaré me dijo. No, no lo haga, se lo suplico. Pues bien, despáchese: ponga también á Mervyn: él será el druida, yo la druidesa. Tuve la suerte de reproducir bastante fielmente, gracias á lo vago del bosquejo, la poética visión con que era favorecido. Ella se acercó con aparente solicitud á examinar mi dibujo. No está mal dijo.

En el mismo momento Mervyn caía como un trozo de piedra en el estanque inferior y se alejaba rápidamente de la orilla: el pañuelo entretanto siguió el curso de las aguas, llegó á los arrecifes, bailó un instante en un remolino, luego pasando como una flecha por encima de la redondeada roca, fué á remolinar en una ola de espuma á los ojos del perro, que lo cogió con pronto y seguro diente.

Esta palabra pareció contrariarla; retiró bruscamente su mano, y volviéndose hacia Mervyn que bostezando se secaba al sol, púsose á acariciarlo: ¡Oh! tonto, gran tonto dijo. ¡Qué bestia eres! En tanto, manaba yo agua sobre la hierba como una regadera, y no sabía qué hacer de mi individuo, cuando la joven volviéndose á , me dijo con bondad: Señor Máximo tome la barca y márchese pronto.

Eran la señorita Margarita, apoyada en el brazo del señor de Bevallan, la señorita Helouin y la señora Aubry seguidas de Alain y Mervyn. El ruido que hacían al aproximarse, había sido apagado por el ruido de las cascadas; sólo estaban á dos pasos de , no tuve tiempo para retirarme, fué preciso que me resignara al desagrado de verme sorprendido en mi actitud de pensador melancólico.

El agua era muy profunda, en efecto, pues no pude hacer pie hasta el momento en que me aproximé al agonizante Mervyn.

Abierta la puerta, estuve á punto de ser volteado por Mervyn que se precipitó por entre mis piernas, y vi á la señorita Margarita que se ocupaba en atar las riendas de su caballo á las barras de un cercado. Buenos días, señor me dijo sin mostrar la menor sorpresa por hallarme allí. Luego, levantando en su brazo los largos pliegues de su saya talar, entró en el jardín.

El pañuelo arrastrado por el remolino de las cascadas, fué llevado á las malezas espinosas que se veían un poco más lejos en la superficie del agua. Mervyn fué á buscarlo, pero nos sorprendimos muchísimo al verlo de pronto revolverse convulsivamente, soltar su presa, y levantar la cabeza hacia nosotros arrojándonos lamentables aullidos. ¡Ah, Dios mío! ¿qué tiene? exclamó la señorita Margarita.

Puse los pies sobre una de las capas de donde parecía surgir el zarzal y conseguí libertar á Mervyn, que una vez dueño de sus movimientos volvió á hallar todos sus medios, y se sirvió de ellos sin retardo para ganar la orilla, abandonándome de buena gana.

Entretanto, sobre el nombre de Mervyn, que la señorita Margarita había dado á su guardia de Corps, mi vecina de la izquierda, la señorita Helouin, se lanzó á toda vela en el cielo de Arturo, y quiso enseñarme que Mervyn era el nombre auténtico del célebre encantador que el vulgo llama Merlín.

Palabra del Dia

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