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Actualizado: 29 de noviembre de 2025


Era de mediana estatura, moreno, con un pie breve que la obligaba á ella á recoger los suyos debajo de las faldas , y su frente aparecía como un triángulo bajo dos crenchas de pelo lisas, negras, lustrosas cual planchas de laca. El tipo opuesto de los hombres que la rodeaban. Además vivía en París, en la ciudad que ella no había visto nunca, después de numerosos viajes por ambos hemisferios.

Mediana de estatura, su rostro prolongado y sus agradables facciones no ofrecían rasgos característicos.

Pero cuando se lee La gitanilla tranquilamente, nos parece una comedia mediana, eco casi apagado de las bellezas de la incomparable novela de Cervantes. El doctor Carlino se funda en una comedia antigua de Góngora, no terminada por éste.

Había otro profesor para la geografía y las Historias de mediana edad, hombre tímido y pusilánime hasta el exceso, que ganaba el sustento suyo y el de su madre y hermanas con grandísimo esfuerzo, corriendo todo el día de un colegio a otro, dando además lección particular en algunas casas y cantando de tiple en las funciones religiosas.

Un negro horrible, que despedía un fuerte olor a amoníaco, se había presentado de pronto, saliendo de detrás de una escollera que se prolongaba hacia la orilla septentrional de la bahía. Era de poco más que mediana estatura; pero tan extraordinariamente enjuto, que se le podían contar las costillas.

Si se tienen en cuenta la mediana capacidad militar del General Castaños, vencedor allí, la mala calidad de sus tropas, la enorme superioridad de las francesas, por su número, calidad y posicion en el campo de batalla, y las aptitudes del mariscal Dupont, que las mandaba, se hallará que acaso no ha carecido de fundamento la opinion de que la pérdida completa del ejército frances se debió á la traicion.

Era la chica una apuesta jóven de 22 á 24 años, sencilla, candorosa y muy servicial, de mediana talla, pelo de un rubio casi amarillento, cara ovalada, fina y sonrosada, ojos de un bello azul oscuro, grandes y tímidos, nariz delicada y preciosa boca.

Su estatura era menos que mediana, su espalda un tanto jibosa, su barba rojiza. Había en todo su rostro una tristeza cómica de bufón. Su labio inferior se alargaba hacia afuera con lúbrico y tembloroso gesto. La estirpe de los San Vicente era antigua en la ciudad, aunque no de las más ilustres y encumbradas.

Al otro lado del cuarto estaban las tres sillas. La niña quería descansar antes de ir a casa. Primero probó la silla grande; pero era muy alta. Después 45 probó la silla mediana; pero era muy ancha. Por último probó la silla pequeña; pero al sentarse en ella la hizo pedazos. Luego vio las camas en la alcoba, y quería dormir la siesta antes de ir a casa.

Ni faltaba tampoco el caballero obligado de buena sombra, que dice gracias en voz alta y anda de grupo en grupo «quedándose con todo María Santísima». Era hombre de cincuenta años, poco más o menos, de mediana estatura, color cetrino, ojos saltones y bigote teñido, con las puntas engomadas. Se llamaba D. Acisclo. Un gran humorista.

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