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Actualizado: 17 de junio de 2025


Vadeos, precipicios, quebradas, desmontes y derrumbaderos es lo que se encuentre entre la balsa de Mauban y la visita de Sampaloc, en donde termina el Balete, ó sea el monte que divide las jurisdicciones de Mauban y Lucban. Hasta Sampaloc generalmente se emplea la hamaca, muchos van á caballo, pero es peligroso y molesto por las continuas bajadas.

«La señora de Maubán siguió leyendo Sarto, a quien se vigila por orden superior, tomó el tren de mediodía. Pidió billete para Dresde...» Antigua costumbre suya comenté. «Pero el tren de Dresde pasa por Zenda.» ¡Si será listo el autor del parte éste! Y por último, oiga usted lo que dice aquí: «El estado de la opinión en la ciudad no es satisfactorio.

Indicándole que guardase silencio continué la lectura: «Pregúntele qué mujer está más dispuesta que ninguna otra a impedir el matrimonio del Duque con su prima y por consiguiente a impedir también que alcance la corona. Pregúntele si el nombre de esa mujer empieza con A.» Me puse en pie de un salto y el coronel colocó su pipa sobre la mesa. ¡Antonieta de Maubán como hay Dios! exclamé.

Su historia, estadística y productos. Episodio glorioso. Don Simón de Anda y los franciscanos. Documento notable. Setecientos quintales de plata. De Mauban á Lucban. Caminos que hace el hombre y arreglos que hacen las aguas. Vadeos, precipicios, quebradas y desmontes. El Balete. Barrio de Sampaloc. La hamaca. Lúgubres semejanzas. Descanso en Lucban. Vuelta á Tayabas.

Catorce horas invertimos en tan deliciosa navegación, de que me acordaré mientras viva. Mauban no se conoce cuando se fundó. En los archivos se encuentra aquel nombre figurando en los anales del último tercio del siglo XVI. El año 1600 se sabe fué su párroco el padre frey Fernando Moraga.

Toma esta esquela, que entregarás a la señora de Maubán. La he escrito en francés a propósito para que no puedas enterarte de ella. Y dile que si tiene en algo la vida de todos nosotros, no deje de hacer lo que en ella le indico. Juan temblaba al oírme, pero no me quedaba elección posible y tuve que fiar en él. No me atreví a esperar más porque temí que el Rey muriese en su prisión.

¿Está cerrada la puerta que lleva al puente? Sólo los cuatro caballeros tienen la llave. ¿Y también la de la reja de entrada a la prisión? pregunté acercándome a Juan. Creo que esa únicamente la tienen Dechard y Henzar. ¿Dónde habita el Duque? En la parte nueva del castillo, en el primer piso. Sus habitaciones quedan a la derecha del puente levadizo. ¿Y la señora de Maubán? A la izquierda.

Quizás fuese la mismísima señora de Maubán sugerí. ¡No! exclamó Jorge resueltamente. La señora de Maubán estaba celosa de ella y para vengarse del Duque lo denunció al Rey. Y en confirmación de lo que digo, añadiré que la princesa Flavia se muestra ahora muy indiferente para con el Rey, después de haber estado con él lo más afectuosa y amante.

Dicho y hecho. Me quedé en Zenda y desde el andén vi a la señora de Maubán, que evidentemente iba sin detenerse hasta Estrelsau, donde por lo visto contaba o esperaba conseguir el alojamiento que yo no había tenido la previsión de procurarme de antemano. Me sonreí al pensar en la sorpresa de Jorge Federly si hubiera llegado a saber que ella y yo habíamos viajado tanto tiempo en buena compañía.

De repente se iluminó la habitación del Duque, cuyas mal cerradas persianas me permitieron ver en parte el interior de la misma, poniéndome de puntillas sobre la sumergida roca. Luego se abrieron las persianas por completo y distinguí el gracioso contorno de Antonieta de Maubán, destacándose con toda precisión en la viva luz del cuarto.

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