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Actualizado: 20 de julio de 2025


¡Ah! ¡vive Dios! exclamó una voz ronca . Por bien empleado doy el trabajo que me ha costado encontrar la llave en la ropilla de uno de esos alguaciles, á quien el diablo hospeda sin duda en estos momentos en la mejor cámara del infierno. ¡Ah! ¡voto á!... ¿eres , Juan de Francisco? dijo Quevedo reconociéndole por la voz. Humilde criado de vuesa merced contestó el matón.

Hubo un silencio de angustia, pero el valentón, pasado el primer movimiento, permaneció en su silla. Don Luis dijo con una mueca de adulación. Usté es el único hombre que puede jaser eso. Usté es mi pare. ¡Y porque soy más valiente que ! gritó con arrogancia el señorito. Eso afirmó el matón con otra sonrisa aduladora.

Luego, pasando ante el matón, continuó su camino, volviéndole la espalda con una confianza despectiva. Pimentó, acostumbrado á que le temblase toda la huerta, se mostraba cada vez más desconcertado por la serenidad de Batiste. ¿Es la darrera paraula? le gritó cuando estaba ya á cierta distancia. ¿Es la última palabra? ; la darrera contestó Batiste sin volverse.

Llevó piedras, como siempre, de la orilla del mar á la escollera, y vigiló el hervor de su caldero para no verse robado como en la noche que le visitó Popito. Conocía ahora á los hombres bigotudos, que parecían ejercer sobre sus camaradas la superioridad arrogante y cruel del matón. Con uno de ellos, el más alto y musculoso, se permitió una broma digna de su fuerza.

Al estar juntas, chismorreaban como novicias en asueto, que se enteran con curiosidad femenil de lo que ocurre más allá de las rejas. Pepita conocía la vida de aquel señorito, mezcla de matón clerical y de calavera rústico, que pasaba las noches en las casas del barrio de San Francisco y había sido conducido varias veces al juzgado por borracheras tumultuosas.

Y todos, hasta el terrible matón, bebieron a la salud del señorito, mientras éste, como si le sofocase su propia grandeza, se despojaba de la chaqueta y el chaleco y poniéndose de pie agarraba a sus dos compañeras. ¿Qué hacían allí, apretados en torno de la mesa, mirándose unos a otros? ¡Al patio! ¡A correr, a jugar, a seguir la juerga bajo la luna, ya que la noche era de las buenas!...

Os serviré, pues, de miedo; pero como me parece que marchamos ya sobre el puente de Segovia, que empedrado suena bajo el peso de las cabalgaduras, dejadme salir, don Francisco, y confiad en , y haced lo que podáis, que yo no he de dejar de ayudaros. El matón hizo parar la litera, salió de ella, y cerró de nuevo con llave.

Mi caso es de los más honrosos y estoy seguro de que usted, a su vez, aprobará mi conducta. No tengo nada de matón y desde mis más tiernos años evité las cuestiones. Yo me inclino a la conciliación. EL VIZCONDE. Tiene usted razón, mi querido maestro; pero yo soy alegre por naturaleza y mis principios me apartan del duelo. EUSTAQUIO. Veo que no es usted deportista.

Sobre el rumor del gentío, que encerrado y oprimido en tan estrecho espacio tenía bramidos de amor tempestuoso, destacábase el agudo chillido de la aterrada gallina, el arrullo del palomo, el trompeteo insolente del gallo, matón de roja montera, agresivo y jactancioso, y el monótono y discordante quejido del triste pato, que, vulgar hasta en su muerte, sólo conseguía atraerse la atención de los compradores pobres.

Eran éstas dos lacayos aristocráticamente vestidos con una especie de dalmática ó balandrán negro, con bandas diagonales amarillas, color y emblema de la casa Sandoval; un hombre vestido de camino, rebozado en una capilla parda, que estaba sentado en un largo poyo de piedra que corría á lo largo de la pared en que se notaban la imagen y el escudo de armas, y una especie de matón que echado de espaldas contra una de las pilastras de la puerta, dejaba ver bajo el ala de su sombrero gacho, un semblante nada simpático, y nada á propósito para inspirar confianza.

Palabra del Dia

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