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Actualizado: 12 de octubre de 2025


Nuestro pueblo estaba gobernado por los emperadores, que se creían el centro del mundo y de una materia divina distinta á la de los otros seres. La vida de la nación se concentraba en la persona del soberano. Los más altos personajes saltaban sobre la maroma y hacían otros ejercicios acrobáticos para divertir al monarca del Imperio, que entonces se llamaba Liliput.

«Más cuenta le tiene afirmó Juliana mandarle para su tierra. Luejos, luejos dijo Almudena . Dir nos Hierusalaim. No está mal. 'De Madrid a Jerusalén, o la familia del tío Maroma.... Bueno, bueno. A otra cosa, mujercita mía, no pegues y escucha. No he podido hacer tus encargos, porque... te digo que no pegues. Porque te has ido al billar, granuja... Sube, sube, y ajustaremos cuentas.

Vio en primera fila, bajo la maroma de la contrabarrera, un chaquetón plegado en el filo de la valla, cruzados sobre él unos brazos en mangas de camisa y apoyada en las manos una cara ancha, afeitada recientemente, con un sombrero metido hasta las orejas. Parecía un rústico bonachón venido de su pueblo para presenciar la corrida. Gallardo le reconoció. Era Plumitas.

Sus ojos tropezaron con el áncora de un quechemarín que yacía allá abajo, en el primer muelle. Bajó por ella, cortó con la navaja un pedazo de maroma de una lancha, se la amarró, la alzó con sus brazos de atleta y subió la escalera como un gimnasta que quisiera dar muestra ante el público del enorme poder de sus músculos. Una vez arriba, se ató la cuerda al cuello.

Allí estuvieron tres años agarrados á la maroma, hasta que, satisfechos sus jueces y la vindicta pública, los mandaron de retorno á su país con algunos vicios de más y mucha vergüenza de menos. Su primer pensamiento al pisar el patrio suelo, fué para el Muelle de las Naos; pero no fué poca su sorpresa cuando, en él colocados; comenzaron á examinarle en todas direcciones.

Y revueltos con los cacharros que habían guardado el vino y el agua dulce de una liburna naufragada, había pedazos de maroma endurecida por los infusorios calcáreos, garras de ancla cuyo hierro se quebraba en láminas rojizas. Varias estatuillas roídas por la sal marina inspiraban al muchacho tanta admiración como las fragatas del abuelo.

Y apenas la descubrí, cuando con una maroma me asentaron un azote con hijos en todas las espaldas. Comencé a quejarme; quíseme levantar; quejábase el otro también; dábanme a sólo. Yo comencé a decir: ¡Justicia de Dios! Pero menudeaban tanto los azotes sobre , que ya no me quedó, por haberme tirado las frazadas abajo, otro remedio sino el de meterme debajo de la cama.

En realidad, Antonio González, que era andaluz de nacimiento, aunque lo apodaban todos el Gallego, no podía mirar sin cierta aprensión hereditaria el enorme reptil que, semejante á una maroma de barco, pendía formando curvas de los cuchillos de la techumbre.

Creo que vamos a salir bien. Míster Fernández: Esta misma tarde refuerce la maroma en la barra, y comience a arrimar todas las vigas aquí a la barranca. El arroyo está limpio, según me dijo. Mañana de mañana bajo a Posadas, y desde entonces, con el primer temporal que venga, eche los palos al arroyo. ¿Entiende? Una buena lluvia. El encargado lo miró abriendo cuanto pudo los ojos.

Pero no hubo remedio. El barquero en pie empujaba la barca por medio de la maroma tendida de una á otra orilla. Demetria clavó sus ojos grandes, límpidos, inocentes en Nolo y le dijo: ¿Qué tienes conmigo, Nolo? ¿Te he hecho algo malo? El mozo, turbado hasta lo indecible y sin osar mirarla á la cara, balbució: Nada me has hecho, Demetria... pero hay cosas... hay cosas...

Palabra del Dia

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