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Actualizado: 10 de noviembre de 2025


¡Un verdadero timo! repitieron en coro las amables señoritas de Platavieja, rodeando al punto como enjambre de mariposas a los dos diputados, jóvenes y solteros, con la idea sin duda de pegarles alguno. Imposible fue ya continuar la plática ante aquellos testigos, y la noche corrió lenta y aburrida, sin más incidentes.

Al volar por los aires, reflejando al sol sus tonos rubios, esmeraldas y oro y plata brillantísimos, parecen flores animadas o mariposas gigantescas. Si abundaban las plantas y los árboles, faltaban, en cambio, absolutamente los hombres. No se descubría rastro siquiera de ellos en aquellas orillas. ¿Se hallaban los náufragos en una costa desierta?

Porque pensaba que antes de que se cumpliese el plazo de los treinta días, ella podría presentar a su hada madrina las tres colchas. Entonces sanaría y caminaría sola y derecha, aunque tuviera un cochecito de marfil tirado por dos grandes mariposas azules. Visitaría el País de las Hadas, donde se ven en jaulas de oro los animales que aquí faltaban: sirenas, unicornios, dragones...

Las mariposas volaban por todas partes, las moscas zumbaban, el aire estaba impregnado de mil perfumes; en una palabra, el día me pareció tan espléndido que olvidé mi prudencia ordinaria. Tomé mi libro y fui a instalarme en un prado a la sombra de una parva de heno. Se me oprimía el corazón pensando en las palabras de mi tía.

La verdad es que el no saludar o no haber siquiera esperado el saludo del joven, no había estado bien hecho después de sus francas explicaciones y de la amabilidad que con ella había usado mostrándole la rica colección de sus mariposas y ofreciéndosele tan finamente. Al día siguiente salió también a pie y reparó la injusticia del anterior clavando con fijeza su vista en el alto mirador.

Jamás había visto el cielo tan diáfano ni el campo tan hermoso, jamás percibí tan grato el aroma de las flores ni más suave las notas del ruiseñor, jamás sentí mi cuerpo tan vigoroso y mi espíritu más lúcido. Pero ¡ay! el hombre es siempre un niño que persigue mariposas al borde de un abismo.

Entre los lepidópteros ó mariposas notables por sus matizadísimos colores, se encuentra el gusano de la seda, que aunque podría ser susceptible de grande y provechosa explotación, no lo es á causa de que los vaguios y tormentas no lo dejan vivir.

La niña fantaseaba primero milagros que la salvaban de sus prisiones que eran una muerte, figurábase vuelos imposibles. «Yo tengo unas alas y vuelo por los tejados, pensaba; me marcho como esas mariposas»; y dicho y hecho, ya no estaba allí. Iba volando por el azul que veía allá arriba. Si doña Camila se acercaba a la puerta a escuchar por el ojo de la llave, no oía nada.

No así con otros; había declarado la guerra a las palomas y a las gallinas, se entretenía en atormentar los insectos que caían en sus manos, y de ellas no escapaban con vida ni mayales ni mariposas. El gato, un gato regalón, muy querido de todos en la casa, huía del niño como del agua fría. Sólo Leal, el terranova pacífico y bonachón, el favorito de don Carlos, le sufría paciente y resignado.

Pensó en los cementerios de su América, verdes, rumorosos, abundantes en flores y mariposas, verdaderos jardines que sirven de lugar de cita á los enamorados y asoman sus tumbas entre frescas arboledas al borde de riachuelos que se deslizan bajo puentes rústicos.

Palabra del Dia

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