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Actualizado: 10 de noviembre de 2025
Mostraba también, como su padre, decidida afición a las ciencias naturales; pero en vez de dedicarse a la Geología, fijóse con predilección en la Zoología, y de ésta en aquella parte que comprende el estudio interesantísimo de las mariposas. Comenzó a hacer acopio de ellas, y desplegó un afán y una inteligencia que pronto le hicieron poseedor de una rica colección.
Vió con el pensamiento dos anillos tricolores, iguales á los redondeles que colorean los mantos volantes de las mariposas. Se explicaba la inquietud de los alemanes. El avión francés se había inmovilizado unos instantes sobre el castillo, no prestando atención á las burbujas blancas que estallaban debajo y en torno de él. En vano los cañones de las posiciones inmediatas le enviaban sus obuses.
Las abejas, los zánganos, las mariposas y tantos insectos alados sin nombre que las chupan al calor del sol, se complacen revoloteando en el ambiente perfumado de la cañada, llena de vida, de movimiento y de zumbidos.
Por fortuna, el chico parecía modesto y discreto. Otro cualquiera formaría castillos en el aire al instante. Pensó bastante en él y pensó con simpatía. La verdad es que tenía una presencia agradable y un modo de hablar suave y firme a la vez, que impresionaba. Luego aquel cariño entrañable a la memoria de su madre, su vida retirada, su extraña manía de las mariposas, todo le hacía muy interesante.
Los cipreses agitaban su puntiagudo gorro verde como queriendo espantar las blancas mariposas que zumbaban sobre los romeros y las ortigas; los pinos extendían arriba su quitasol, proyectando manchas de sombra sobre el camino ardiente, en el cual, la tierra endurecida por el sol, crujía bajo los pies.
El resto de tarde y noche hasta que nos acostamos, la ocupamos en recorrer y examinar el pequeño museo que constituía la casa del Sr. Tóbler, quien con su acostumbrada amabilidad explicaba objeto por objeto. Pájaros, mariposas, reptiles, herbarios y parásitas, había por doquier.
Adela se levantó riendo, y puestos los ojos, entre curiosos y burlones, en el galán caballero, que del brazo de Juan venía hacia ellas, los esperó de pie al lado de Ana, que con su serio continente, nunca duro, parecía querer atenuar en favor de Adela misma, su excesiva viveza. Pedro, aturdido y más amigo de las mariposas que de las tórtolas, saludó a Adela primero.
Las mariposas blancas que revoloteaban en torno de su cabeza pegaban las alas en el sudor frío de su frente, como si quisieran tirar de ella arrastrándola a otros mundos donde las flores nacen espontáneamente, sin llevarse en sus colores y perfumes algo de la vida de quien las cuida. Las lluvias de invierno no encontraron ya a la Borda.
Y los átomos de ese astro se dispersan y se convierten bien pronto en una lluvia, de la cual las mariposas de esta tierra, que buscan en vano los cielos y vuelven a descender, ¡criaturas jamás satisfechas! nos devuelven partículas a veces sobre sus alas estremecidas.
No era tampoco un Lovelace, un don Juan ni un Richelieu, brillantes mariposas que revolotean de flor en flor, incapaces de un cariño sincero, únicamente cuidadosos de enredar en las guías de su bigote los corazones femeninos y para quienes Amor es sinónimo de Amor propio.
Palabra del Dia
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