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Actualizado: 10 de noviembre de 2025
Zumbaban las abejas que en los huecos de añosos árboles labraban sus panales. Las libélulas y las mariposas de los más nítidos colores y variados matices poblaban y esmaltaban el ambiente.
Alejado de la sociedad de las mujeres y sin echarlas de menos, quizá porque dentro de su casa tenía lo más grande y exquisito que ellas pueden dar, el cariño tierno, vigilante, la dulzura en la palabra, la abnegación en todos los momentos: dedicado en absoluto al estudio y a su magnífica colección de mariposas, el encuentro con Clementina fué para él la revelación de ese mundo encantado, poético, que a casi todos se aparece más temprano.
Los animales-plantas, inmóviles como estrellas, rodeaban de un círculo de rayos sus bocas feroces, y los seres minúsculos se sentían empujados irresistiblemente hacia ellos, lo mismo que las mariposas vuelan hacia la lámpara y los pájaros de mar chocan con el faro. Ninguna de las luces de la tierra podía compararse con las del mundo abisal.
Su adolescencia y los días que llevaba de juventud se habían deslizado serenos en el seno del hogar, estudiando y coleccionando mariposas. Conocía la vida por los libros.
Se juntaban todos para tirar con fuerza diabólica de los rebaños de hombres que se lanzan a la conquista de un ideal nuevo y extraordinario, restableciendo con violenta reacción la calma de la vida, que aman silenciosa y plácida, con susurros de hierbas mustias y aleteos de mariposas blancas: una dulce calma de cementerio dormido bajo el sol. El alma de los muertos llenaba el mundo.
Fueron tres mariposas de alas tornasoladas, Que al encontrar amargas las flores del jardin, Al cielo se elevaron, buscando atribuladas Las flores con que ciñe su frente el serafin. Fueron tres chispas ténues de la divina hoguera Que vuestros corazones de casto amor llenó, Chispas que remontaron á la celeste esfera, Y que en estrellas fijas el cielo convirtió.
¡Qué calor, qué calor! exclama Orsi cuando acaba . Azorín a ver, un poquito de cognac... Son las doce. El salón está casi vacío. Diminutas mariposas giran en torno a las lámparas; por los grandes balcones abiertos entra como una calma densa y profunda que se exhala del pueblo dormido, de la oscuridad que en la calle silenciosa ahoga los anchos cuadros de luz de las ventanas.
En 1402, hubo tantas mariposas que se comieron casi todas las hojas de árboles y viñas y fue un año abundantísimo en frutas. En 1405, llovió sin cesar en Teruel, tres días, y cubrió el agua toda la vega, desde la acequia de la Peña, hasta la del baño llamado de Pero Carmelo, y se llevó todas las paredes de los huertos.
Pues bien, lo que más me pesaba no eran los paisajes, y eso que hay en ellos montañas de café con leche y mariposas que parten los corazones, sino precisamente el reverso blanco, lo que parecía que no debía de dar cuidado a nadie.
Palabra del Dia
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