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Actualizado: 31 de mayo de 2025
Sus antenas y nadaderas se prolongaban desmesuradamente en la obscuridad. Los filamentos de su cuerpo, largos pelos ricos en terminaciones nerviosas, distinguían instantáneamente la presa apetecida ó el enemigo en acecho. El abismo abisal tenía dos pisos ó techumbres. En lo más alto estaba la llamada zona nerítica, la superficie oceánica, diáfana y luminosa, lejos de toda costa.
La pendiente submarina, suave hasta este límite, se acentuaba, descendiendo rápidamente á los abismos oceánicos, y esta parte del mar la casi totalidad del Océano , inmensa masa de agua sin luz, sin olas, sin mareas, sin corrientes, sin oscilaciones de temperatura, era la llamada zona abisal. En el litoral, las aguas, saludablemente agitadas, cambiaban de salinidad según la cercanía de los ríos.
A pesar de los continuos ataques del pescador, los rebaños marinos se mantenían incólumes por medio de una procreación infinita. La fauna de la profundidad abisal, donde la falta de luz hace imposible toda vegetación, era forzosamente carnívora. Los habitantes débiles devoraban los residuos y los animales muertos que descendían de la superficie.
A continuación venía la zona pelágica, mucho más profunda, en la que residen los peces de incesante movimiento, capaces de vivir sin reposarse en el fondo. Los cadáveres de los animales neríticos y de los que nadan entre dos aguas eran el sustento directo é indirecto de la fauna abisal.
Los animales-plantas, inmóviles como estrellas, rodeaban de un círculo de rayos sus bocas feroces, y los seres minúsculos se sentían empujados irresistiblemente hacia ellos, lo mismo que las mariposas vuelan hacia la lámpara y los pájaros de mar chocan con el faro. Ninguna de las luces de la tierra podía compararse con las del mundo abisal.
Palabra del Dia
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