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Actualizado: 21 de noviembre de 2025
Bolívar tenía la tela de aquellos generales romanos que se hacían proclamar emperadores por las legiones que marchaban en el fondo de la Germania o en las montañas de Hispania. San Martín era un general del tiempo de la república; habría cavado gustoso la tierra... pero después de vencer. Para Bolívar la tarea empezaba después de la batalla; para San Martín concluía.
Lázaro moderó el paso. Ande usted un poco más dijo después, aligerándose de peso, hasta el punto de que él se sintió arrastrado. Lázaro avivó el paso. ¡Qué noche tan clara! exclamó ella deteniéndose y mirando al cielo. Lázaro se detuvo y miró al cielo. Las otras dos marchaban detrás á alguna distancia. Nunca he visto una noche así.
En la cumbre de este revoltijo veíanse tres niños abrazados, que contemplaban los campos con ojos muy abiertos, como exploradores que visitan un país por vez primera. A pie y detrás del carro, como vigilando por si caía algo de éste, marchaban una mujer y una muchacha, alta, delgada, esbelta, que parecía hija de aquélla.
Su rostro moreno tomó una palidez de ceniza. «¡Cristo!... ¡la de Nápoles!» El no sabía quién era la de Nápoles, no la había visto nunca, pero tenía la certeza de que llegaba como un estorbo fatal, como una calamidad inesperada. ¡Tan bien que marchaban las cosas!... El capitán hizo girar su sillón, despegándose de la mesa, y en dos saltos salió á la cubierta.
La duquesa de Requena había mejorado bastante en unos baños de Alemania, adonde su marido la había llevado. Desde que tenía hecho testamento a favor de su hijastra, éste la prodigaba extremados cuidados, sabiendo cuánto le importaba su vida. Los negocios del célebre especulador marchaban también prósperamente. La mina de Riosa se había comprado como él pretendía, al contado.
Las recibió con escarnio ó mofa, y se les respondió, que les convenia obrar al ejemplo de los de San Luis. Y aunque los vecinos de Santa Fé, y los de las demas ciudades decian, que ellos marchaban forzados, con todo, ambos generales, español y portugues, con su presencia urgian el viage.
Aquí se fundó Buenos Aires dijo Ojeda . Ese caserón es el palacio del Gobierno, lo que llaman «la Casa Rosada». La plaza es la de Mayo. Aquel templo griego, la catedral; ese obelisco blanco, la pirámide de la Independencia. Remontaban la cuesta algunos grupos de hombres de campo llevando a la espalda fardos de ropas. Sus mujeres marchaban junto a ellos, mirándolo todo con ojos de asombro.
Ya no se embarcaban batallones enteros, pero día y noche los hombres de combate iban entrando en la estación, sueltos ó por grupos. Eran reservistas sin uniformes que marchaban á incorporarse á sus regimientos, oficiales que habían estado ocupados hasta entonces en los trabajos de la movilización, pelotones en armas destinados á llenar los grandes huecos abiertos por la muerte.
Los guerrilleros, en fila, con el fusil a la espalda, marchaban por lo alto del talud, y el doctor, a caballo, iba por el camino en trinchera, abriéndose paso por entre las ramas de los árboles, proyectando su negra sombra sobre el sendero profundo, y la Luna alumbraba los alrededores.
Sobre todo al recordar las hazañas de los héroes cristianos en la Edad Media, «aquellos caballeros de armadura resplandeciente como su conciencia, que con la cruz bendita sobre el corazón marchaban al combate a pelear por su Dios,» o al tocar el asunto de las catedrales góticas, «donde la luz se filtraba misteriosa por los vidrios de color de sus ventanas ojivales, y cuyas elevadas torres destacándose severas en medio de la noche parecen un dedo que señala al cielo,» realmente la pluma de Godofredo despedía vivos destellos de elocuencia que hacían presagiar un futuro apóstol, una columna en que se apoyaría el catolicismo con el tiempo.
Palabra del Dia
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