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Actualizado: 14 de mayo de 2025
Pero luego luego fué reparando que sus señoritas vendían frutas ó baratijas, ó llevaban distintivos de domesticidad, y perdió sus primeras ilusiones, en asocio de unas cuantas manotadas de libras esterlinas representantes de las viejas onzas desempaquetadas.
La soledad, el silencio de la noche y la poca luz favorecen a los tímidos para su comedia de osados y lenguaraces, teniéndose a sí mismos por público y envalentonándose con su fácil éxito. Maximiliano hablaba quedito; sus fuertes manotadas no correspondían al diapasón bajo de las palabras, cuya vehemencia sofocada las hacía parecer como un ensayo.
Dio al sobrino manotadas en los hombros y en las rodillas; gastó chanzas, quiso aconsejarle como se aconseja a un niño que escoge entre juguetes; y por último, tras de referir varios chascarrillos adecuados al asunto y contados en dialecto, acabó por declarar que a las demás chicas les daría algo al contraer matrimonio, pero que a Nucha... como esperaba heredar lo de su tía.... Los tiempos estaban malos, abofé.... Luego, encarándose con el marqués, le interrogó: ¿Y qué dice esa mosquita muerta de Nucha, vamos a ver?
Lo que a ella le interesaba no eran las manotadas y enfurecimiento de aquel santo varón que no cabía en el púlpito, sino el aspecto y brillo del público, de aquel público que, si hubiera revisteros de iglesia, sería distinguido, elegante y numeroso, como el de los teatros. ¡Oh! ¡Dios de mi vida! ¡Qué injusticia tan grande!
Sonó el trompetazo del bautizo, y el «doktor» chapoteó en la piscina, defendiéndose de las manotadas de los negros, ridículo en su aturdimiento de miope, majestuoso por la importancia que concedía al acto y la seriedad con que se alejó chorreando agua sucia por ropas y barbas, luego de recobrar sus anteojos. Continuó la fiesta con visible decaimiento de la curiosidad.
El hacía in petto grandes programas de enmienda: se creía un culpable, un malvado, pero no podía con sus extravíos de ternura, y a fe que tenía razón: mi tía era refractaria por índole y por naturaleza a todo afecto íntimo, y sus caricias debían ser, si alguna vez las hizo a alguien, como las manotadas de una pantera.
Rodearon a Gallardo, siguiéndole en su marcha desde la presidencia a la puerta de salida. Le empujaban, queriendo todos estrechar su mano, tocar su traje, y al fin, los más vehementes, sin hacer caso de las manotadas del Nacional y los otros banderilleros, agarraron al maestro por las piernas y lo subieron en hombros, llevándolo así por el redondel y las galerías hasta las afueras de la plaza.
Pero uno de ellos, que sin duda tenía instintos de caballero, se quitó de la cabeza un andrajo que hacía el papel de gorra y les preguntó que a quién buscaban. «¿Eres tú del señor de Ido?». El rapaz respondió que no, y al punto destacose del grupo la niña de las zancas largas, de las greñas sueltas y de los zapatos de orillo, apartando a manotadas a todos los demás muchachos que se enracimaban ya en derredor de las señoras.
Era su color el de las momias, un color terroso tirando a rojo; su actitud la del movimiento febril sorprendido y atajado por la muerte. Parecía la petrificación de una orgía de gigantescos demonios; y sus manotadas, los burlones movimientos de sus desproporcionadas cabezas habían quedado fijos como las inalterables actitudes de la escultura.
Ya sé que no te puedo matar. Esto basta para ti y para mí. Márchate. Se quedó tan ronco que sus últimas palabras apenas se entendían.... Después de hablar algo más con ronquidos y manotadas, pudo hacerse oír nuevamente. Aguarda.... La úlcera de mi vida, lo que me ha envenenado el cuerpo y ha trasformado mi carácter haciéndole displicente y salvaje, ha sido mi deshonra.
Palabra del Dia
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