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Actualizado: 18 de junio de 2025


¿Pero qué culpa tengo yo de no querer a mi marido? manifestó la pecadora de la manera sofocada e intermitente que el llanto le permitía . Yo no lo puedo remediar. Yo no me casé por lo que la señora dice, sino porque estaba equivocada, porque veía las cosas de otro modo que como son. A mi marido no le quiero, ni le querré nunca, aunque me lo manden todos los santos de la Corte celestial.

Andando, andando, hijo, se llega de una parte del mundo a otra, y si por un lado sacamos el provecho de tomar el aire y de ver cosas nuevas, por otro sacamos la certeza de que todo es lo mismo, y que las partes del mundo son, un suponer, como el mundo en junto; quiere decirse, que en donde quiera que vivan los hombres, o verbigracia, mujeres, habrá ingratitud, egoísmo, y unos que manden a los otros y les cojan la voluntad.

Los dos, al fin, me desataron, y viendo el escribano que no había quién le ayudase, dijo: ¡Voto a Dios que esto no se puede hacer conmigo y que a no ser Vs. Mds. quien son les podría costar caro! Manden contentar estos testigos y echen de ver que les sirvo sin interés.

, lo soy gritó el enfermo, ahogándose . Me gusta el orden... me gusta lo antiguo... que manden los que tienen que perder. ¿Y la religión? ¡Ah, la religión!... Por ella daría la vida. Y se llevó una mano al pecho, respirando angustiosamente, como si le ahogase el entusiasmo.

Entonces estaba tan cerca, que se oían las voces de mando de los oficiales ingleses. Muchachos, a vuestras piezas dijo Kernok precipitándose hacia un banco con la bocina en la mano ; a vuestras piezas, y ¡voto a tal! no hagáis fuego sin que os lo manden. ¡El abordaje!... ¡El abordaje!... Unos se suspenden de las jarcias, otros se lanzan hacia los obenques. VÍCTOR HUGO, «Navarin».

¿Estáis distraída, Marta? observó el intendente . Decidme, querida amiga, ¿escribiréis esta tarde para que os manden de Bruselas los papeles necesarios? ¿Haréis lo posible, a fin de que no perdamos un instante en celebrar nuestro casamiento? , replicó la viuda cuya mirada se encontraba irresistiblemente atraída por el cofre de hierro.

Phs... Me parece que la hermanita es una chicuela con un puchero de grillos en la cabeza. Ni sabe lo que quiere, ni por lo visto lo ha sabido en su vida. Al cabo hará lo que le manden... Conozco el paño. Me molestaron grandemente aquellas palabras, no tanto por el desprecio que envolvían hacia la mujer que me tenía seducido, como por encontrar en ellas alguna apariencia de razón.

La hay tan fina, señora, que parece talmente merluza. Bueno, pues que me manden un buen solomillo y chuletas riñonadas. Ya sabes; no vayas a descolgarte con las agujas cortas del otro día. Conmigo no se juega. Descuide usted... ¿Tiene la señora convidados mañana? ; y de pescados ¿qué hay? He apalabrado el salmón por si viene mañana... Lo que tenemos hoy es peste de langosta.

Se inclinó para arrancar entre la hierba unas borrajas, ya casi marchitas, y con otra voz distinta, fraternal y confidencial, preguntó: ¿No tienes más que este vestido, Carmen? Este, y otro más viejo.... Y, ¿cuándo te quitas el luto? Cuando «ellas» manden.... El tiró las flores distraído y repuso: Le quitarás ahora para todos los Santos....

Cuando me contesten manden la carta á la posada de Felisa, en la Puerta Nueva, que allí la recogerá la muchacha. Adiós, queridos padres. Muchos besos, muchos, muchos. Un silencio profundo interrumpido solamente por los sollozos de la tía Felicia siguió á la lectura de esta carta. El tío Goro y Nolo quedaron largo rato inmóviles con la cabeza baja y mirando al suelo.

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