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Actualizado: 19 de mayo de 2025


Los árboles no derramaban aroma, porque los frutos estaban aún demasiado verdes: en cambio, el suelo exhalaba olor fuerte de tierra húmeda. En uno de los ángulos de la pomarada se veía una gran mancha de sombra. Era que el sol estaba besando ya la cima de las colinas y empezaba á abandonar el valle.

Señora exclamó don Juan : os lo juro por el nombre de mi padre, que conservaré sin mancha; por vuestro amor, que guardaré en lo más profundo de mi alma. Y yo os lo juro por mi honra y por la suya, madre mía. ¡Oh! ¡pues entonces, soy la mujer más feliz del mundo! exclamó, dando un grito ahogado por las lágrimas, la duquesa. Pero de repente palideció y tembló.

Y a Dios, el cual te guarde de que ninguno te tenga lástima. Tu amigo, Don Quijote de la Mancha.

No hay en España una comarca que revele tan claramente como la Mancha la funesta accion de los malos gobiernos españoles, la incapacidad de los partidarios del aislamiento, los vicios de las instituciones monásticas y todo lo que constituyó el pasado de la sociedad española.

Husmeaba el ambiente amenazador, como un viejo caballo de guerra que relincha oliendo la pólvora. ¡Bronca!... ¡Ya se ha armado! exclamó con alegría, mirando al otro lado del puente. Por la avenida del ensanche corría á todo galope un grupo de jinetes de la guardia civil. En último término, veíase una gran masa de gente, una mancha negra matizada por el rojo flotante de algunas banderas.

Pasó adelante y vio que asimesmo estaban corrigiendo otro libro; y, preguntando su título, le respondieron que se llamaba la Segunda parte del Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha, compuesta por un tal vecino de Tordesillas.

Acababa de hacer estas reflexiones, cuando sentí sobre algo, más fuerte que yo; sin ver, y mudé de sitio sin andar. Ven conmigo, dame la mano. ¿Ves esa mancha enorme que se extiende sobre la tierra, y crece y se desparrama como la gota de aceite que ha caído en el papel de estraza? Es la segunda Babel. Estás sobre París. Mira los mortales de todos los países.

En el suelo, sobre viejas lonas, esparcíanse los más heterogéneos objetos: espadas con fundas de terciopelo que habían servido en los teatros, machetes cubanos, sables corvos de la Milicia Nacional, loza desportillada, saleros rotos, vasos de porcelana remendados con groseras lañas, viejas litografías de vidrios empolvados representando las desdichas de Atala o las hazañas de Hernán Cortés, lienzos embetunados, en cuya negrura distinguíase una pincelada roja que era una pierna, una mancha amarilla que era una calva.

A lo que replicó don Quijote: -Sin duda alguna pienso que vuestra merced debe de ser aquel don Álvaro Tarfe que anda impreso en la Segunda parte de la historia de don Quijote de la Mancha, recién impresa y dada a la luz del mundo por un autor moderno.

Un ligero perfume emanado de su ropa, un olor fino de jabón, flotaba aún en la habitación. Las mismas toallas de las cuales se había servido, todavía colgadas de la pared, formaban, al lado de la estufa de loza, una mancha blanca de fantástica apariencia.

Palabra del Dia

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