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Actualizado: 22 de junio de 2025


Malditas sean dijo la condesa , si han nacido para ser tan desventuradas. Ello es necesario, señora, que yo salga de aquí dijo Quevedo, acabando de perder completamente la paciencia. Por lo mismo que quieres salir, yo no quiero que salgas, y no saldrás. No me obliguéis á cometer una villanía. Será necesario que me mates, y nada me importa morir; ¿no te he dicho que estoy desesperada?

Cada vez que veía á su marido limpiando los dos cañones del arma, cambiando los cartuchos ó haciendo jugar la palanca para convencerse de que se abría con suavidad, pasaba por su memoria la imagen del presidio y la terrible historia del tío Barret. Veía sangre, y maldecía la hora en que se les ocurrió establecerse sobre estas tierras malditas.

De un salto puso recta su pesada y musculosa humanidad, y echó á correr sin aguardar más explicaciones. Su mujer vió cómo corría á campo traviesa hasta un cañar inmediato á las tierras malditas.

El carro se salía del camino, atravesaba el ruinoso puente de troncos y tierra que daba acceso á las tierras malditas, y se metía por los campos del tío Barret, aplastando con sus ruedas la maleza respetada.

Y vio blancos esqueletos velando como tétricos ángeles a las puertas de las ciudades que eran su obra, vigilando el rebaño apriscado en su interior, repeliendo como reses malditas a los locos irrespetuosos que se negaban a reconocer su autoridad.

Al día siguiente los examinaba el Vara de plata, y si encontraba un descuido, imponía multa. Una invención del demonio para no dejarnos dormir camarada. Cuando más, podremos descabezar un sueño. Es preciso ayudarnos. Mientras uno duerme un rato, el otro se encargará de apuntar en esas malditas máquinas. Nada de descuidos, ¿eh, novato? La paga es corta, el hambre mucha, y no estamos para multas.

Una mañana, cuando Maximiliano estaba aún en la cama no bien dormido ni despierto, sintió ruido en la escalera y en los pasillos. Oyó primero patadas y gritos de mozos que subían baúles, después la voz de su hermano Juan Pablo; y lo mismo fue oírla, que sentir renovado en su alma aquel pícaro miedo que parecía vencido. No tenía malditas ganas de levantarse.

¡Malditas! ¿Pero ese hombre, qué hace? Hará mucho, hará lo que pueda. Es pobre.... ¡Pobre! dijo él muy pensativo. ¿Y qué esperas de una persona que sólo podrá hacerte más infeliz? ¡Oh, juro que si ese joven no te corresponde, me la ha de pagar! Bozmediano se levantó.

«Va a salir la de D. Germán en la capilla de los Dolores... Hoy reciben congrio en la casa de Martínez; me han enseñado los despachos de Laredo... llena eres de gracia; el Señor es contigo... coliflor no hay, porque no han venido los arrieros de Villaviciosa por estar perdidos los caminos... ¡Con estas malditas aguas...!, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús...».

Y hablaba mirando a lo lejos, con cierta vaguedad conocida de Maltrana como precursora de un chaparrón de divagaciones. ¡Zaratustra, que te remontas! exclamó el joven . No nos aplastes con tus incoherencias filosóficas. Bueno estoy para remontarme. No he podido dormir en toda la noche... Estas malditas piernas; el reúma, que se me agarra a ellas como un perro rabioso. ¡Qué tiempo!

Palabra del Dia

rigoleto

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