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Actualizado: 27 de julio de 2025


Los visitantes comunes del Salto hacen noche en Soacha, para madrugar al día siguiente y llegar a la catarata antes que las nieblas la hagan invisible. Pero nosotros íbamos con el señor de la comarca, pues la región del Tequendama, pertenece a la familia Umaña, por concesión del rey de España, otorgada hace doscientos y tantos años.

El presidente del Consejo de Estado, a quien le gustaba también madrugar, le saludó en el paseo de Recoletos. Hablaron algunos momentos y los aprovechó para recomendarle, con la brusquedad calculada que le caracterizaba, un expediente de ciertas marismas en que estaba interesado.

Metió en el sobre la tarjeta, se la dio a Julia, despidiéronse, y ya estaban a punto de separarse, cuando él, por precaución para lo sucesivo, dijo: Oye, por si yo te necesito o tienes algo nuevo que decirme, cada dos días por la mañana, a la misma hora de hoy, aquí nos veremos. ¿Vendrás? Bueno, vendré; pero usted las lía de tanto madrugar. Y cada uno se fue por su camino.

Antonio lanzó hacia él una mirada de odio. ¡Cómo trasnochaban aquellas gentes! Estarían jugándose el dinero... ¡Si tuvieran que madrugar para ganarse el pan! ¡Iza! ¡Iza! Que van muchos delante. El compadre y Antoñico tiraron de las cuerdas, y lentamente se remontó la vela latina, estremeciéndose al ser curvada por el viento.

La tía, aunque no sea más que por vergüenza, se apresurará a sacarla... De lo demás yo me encargo. Todo eso está muy bien dijo el conde después de una pausa, mirando con cariño a su hija. Sólo hay un punto negro. Ya lo ; el madrugar, ¿verdad? Yo me encargo de despertarte... ¡No, no! exclamó asustado. Prefiero ir directamente a casa de la prima. ¡Qué hombre tan perezoso!

Aquella noche durmió mal, tras madrugar mucho, almorzó sin gana y se vistió como quien pretende agradar.

Todos los demás días del año, que no son de precepto para los indios, aunque lo sean para los españoles, se dicen ambas misas al salir el sol o antes, y en algunos pueblos luego que amanece, de modo que muchos se quedan sin oírla si se descuidan en madrugar, por cuya causa se originan algunas de las disensiones entre curas y administradores.

Al volver de la iglesia, Tirso la recibió con una cariñosísima sonrisa y ella consideró pagada su molestia; porque tal le pareció, sobre madrugar más de lo ordinario, vestirse algo mejor que de costumbre, abandonar los cuidados de la casa y pasar media hora en el templo rezando Ave Marías y Padres nuestros, que tenía casi olvidados.

Eran hombres ocupados que tenían que madrugar. Tal médico se recogía a las diez después de perder las ganancias del día: se levantaba a las seis de la mañana, recorría todo el pueblo entre charcos y entre lodo, desafiaba la nieve, el granizo, el frío, el viento; y después de ímprobo trabajo, volvía, como con una ofrenda ante el altar, a depositar sobre el tapete verde las pesetas ganadas.

Ya está el hatillo hecho; ya nada falta; ahora, á dormir, que la noche va muy de vencida y hay que madrugar. Y á la mañana siguiente todos se reúnen en la estación: ellas locuaces y nerviosas, ellos simpáticos, con sus semblantes afeitados y sus sombreros blandos de fieltro; y todos alegres, por efecto de la costumbre que tienen de fingir. ¿Vámonos? Vámonos. Suenan un silbido y una campana.

Palabra del Dia

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