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Actualizado: 13 de julio de 2025
Este Congreso, sin autoridad legítima, nombró como funcionarios del poder legítimo á los generales Fernando Toro y Simon Bolívar, con el coronel Francisco Javier Maiz y por suplentes á Zea, al coronel Vallenilla y á Madariaga, que acababa de llegar de la Península española.
Madariaga no había visto nunca tiburones, pero se los imaginaba, sin saber por qué, con unos ojos redondos de vidrio, como fondos de botella. A la edad de ocho años, Julio era un jinete. «¡A caballo peoncito!», ordenaba el abuelo. Y salían á galope por los campos, pasando como centellas entre los millares y millares de reses cornudas.
La familia la constituían su esposa Misiá Petrona, á la que él llamaba la china, y dos hijas, ya mujeres, que habían pasado por un colegio de Buenos Aires, pero al volver á la estancia recobraron en parte la rusticidad originaria. La fortuna de Madariaga era enorme.
El pueblo de Riosa quiere dar una prueba de respeto y gratitud a su decidido protector, al que en circunstancias críticas no ha vacilado en exponer un enorme capital comprando este desacreditado establecimiento y salvándolo de la ruina. ¡Qué hermoso es hacer bien! exclamó Lola Madariaga con voz conmovida, posando en Salabert con admiración sus dulcísimos ojos.
Había levantado su rebenque sobre un peón recién entrado en la estancia, y éste le acometió cuchillo en mano. Madariaga se defendía á latigazos, convencido de que iba á recibir de un momento á otro la cuchillada mortal, cuando llegó el francés y sacando su revólver dominó y desarmó al adversario. ¡Gracias, gabacho! dijo el estanciero, emocionado . Eres todo un hombre y debo recompensarte.
En las horas de tristeza, proyectaba entretener su actividad elevando un mausoleo enorme, todo de mármol, en la Recoleta, el cementerio de los ricos, para trasladar á su cripta los restos de Madariaga, como fundador de dinastía, siguiéndole él, y luego todos los suyos, cuando les llegase la hora. Empezaba á sentir el peso de su vejez.
Pronto se marchará usted. Desnoyers no tardó en convencerse de que había algo de cierto en tales murmuraciones. Madariaga era de un carácter insufrible; pero tocado de cierta simpatía por el francés, procuraba no molestarlo con su irritabilidad. Es una perla ese gabacho decía, como excusando sus muestras de consideración . Yo lo quiero porque es muy serio.... Así me gustan á mí los hombres.
Ahora Karl bajó la frente, confuso y balbuceando. «Papá... papá», suplicó Elena. ¡Pobrecito! ¡Cómo le humillaban porque era pobre!... Y sintió un hondo agradecimiento hacia su cuñado al ver que rompía su mutismo para defender al alemán. ¡Pero si yo aprecio á este mozo! dijo Madariaga excusándose . Son los de su tierra los que me dan rabia.
D. Joaquin Madariaga, de esto vecindario y comercio; el Sr. D. José Maria Balbastro, Capitan de milicias regladas de caballeria; el Sr. D. José Cerra y Valle, Alcalde del barrio número 3, cuartel segundo; el Sr. D. Ventura de Haedo, Alcalde del barrio número 8, en el mismo cuartel; el Sr. D. Antonio Luciano Ballesteros; el Sr. D. Manuel Antonio Bas; el Sr. D. Francisco Xavier Riglos; el Sr.
Ya no estaba en el colegio. Su vida era la de un estudiante de familia rica que remedia la parsimonia de sus padres con toda clase de préstamos imprudentes. Pero Madariaga salía en defensa de su nieto. «¡Ah, gaucho fino!...» Al verlo en la estancia, admiraba su gentileza de buen mozo.
Palabra del Dia
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