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Actualizado: 2 de junio de 2025


A pesar de esto, el espada decidió abandonar este año a los del Gran Poder, para salir con los de la Macarena, que escoltaban a la milagrosa Virgen de la Esperanza. La señora Angustias se alegró mucho al conocer su decisión. Bien se lo debía a la Virgen, por haberle salvado de la última cogida. Además, esto halagaba sus sentimientos de plebeya sencillez. Ca uno con los suyos, Juaniyo.

Y cuando calló la música y cesaron las ondulaciones, quedando inmóvil el «paso», resonó una aclamación atronadora, impía y obscena, proferida con la ingenuidad del entusiasmo. Daban vivas a la Santísima Macarena, la santa, la única, la que se hacía esto y aquello con todas las Vírgenes conocidas y por conocer.

Los «macarenos» todos los años se hacían señores de la famosa calle, y necesitaban horas enteras para recorrerla, gozándose en las protestas impacientes de los cofrades de otros barrios, gente inferior, cuyas imágenes no podían compararse con la de la Macarena, y que por su insignificancia vivían condenados a aguardar humildemente detrás de ellos.

Le criticaban su trato con las gentes ricas y el apartamiento de los que habían sido sus primeros entusiastas. Para evitar esta animosidad, Gallardo valíase de todos los medios, halagando al populacho con ese servilismo sin escrúpulos de los que necesitan vivir del aplauso público. Había llamado a los cofrades más influyentes de la Macarena para manifestarles que iría en la procesión.

Pero a los pocos días, en todo el barrio no se hablaba de otra cosa, con un orgullo de vecindad. ¡Y poco hermosa que iba a salir este año la Macarena!... Despreciaban a los ricos del Gran Poder con su procesión ordenada y sosa, y se fijaban únicamente en sus rivales del otro lado del río, los bullangueros de Triana, que tan satisfechos estaban de su Nuestra Señora del Patrocinio y el Cristo de la Expiración, al que llamaban el «Santísimo Cachorro».

Vio la puerta de la Macarena, que toma su nombre, según unos, del de una hija de Hércules, a quien Julio César la consagró; y según otros, del de una princesa mora, que allí tuvo un palacio. Don Pedro el Cruel entró por ella muchas veces vencedor, y también don Fadrique, cuando el mismo don Pedro, su hermano, le sacrificó a su resentimiento.

Eran las doce de la noche, y la Macarena no volvería a su casa hasta las doce de la mañana siguiente, necesitando para recorrer la ciudad más tiempo que para ir de Sevilla a Madrid.

Eran de una muchacha del barrio que se había ido a Madrid dos años antes, y, devota de la Macarena, volvía para ver la fiesta con un caballero viejo... ¡La suerte de la niña!... Gallardo, con la faz cubierta y apoyado en el bastón, signo de autoridad, marchaba ante el «paso» con los dignatarios de la cofradía.

Pues ahora mismo voy yo a poner a su señoría macarena dijo Bermúdez empujando hacia dentro a las dos mujeres , delante de algo que no se pueda ver desde allá por mucho que levante la jeta el serrano de más alzada... ¡Canástoles con los melindres de mi abuela y el pujo de la comparación!... Por el pasillo de la derecha hasta la puerta de enfrente... Esta pieza, Nieves, no te la quise enseñar anoche, porque aún estaba arreglándose cuando te fuiste a acostar: ya te lo dije.

Limpia como los chorros de oro, modosita, güena, bien paresía... Ya le he dicho a Juan que por que sea... y cuanto antes mejor. Era huérfana y vivía con unos tíos que poseían una tiendecita de comestibles en el barrio. Su padre, antiguo traficante en aguardientes, le había dejado dos casas en las afueras de la Macarena.

Palabra del Dia

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