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Harto merece ser traducido todo lo que él dice de los jesuítas y de su fundador; pero, á fin de no ser prolijo, me limitaré á traducir algunos trozos. «Ignacio de Loyola en la gran reacción católica tuvo la misma parte que Lutero en el gran movimiento del protestantismo.

Declara asimismo Macaulay que el prodigioso cambio, que el triunfo inesperado del catolicismo sobre el protestantismo se debió en gran parte á los jesuítas y á la profunda política con que Roma supo valerse de ellos. «Cincuenta años después de la separación de Lutero, el catolicismo apenas podía sostenerse en las costas del Mediterráneo: cien años después apenas podía el protestantismo mantenerse en las orillas del Báltico.

Y surgió, también revoloteando en amplia elipsis, hasta perderse en la sombra, otro murciélago... Era el espíritu de Calvino. El fraile dijo: «Exi, Luthere!» Y un tercero y último murciélago surgió, revoloteando en amplia elipsis, hasta perderse en la sombra... Era el espíritu de Lutero. Entonces la reina se arrodilló otra vez, volviendo en .

Por ende: debemos declarar y declaramos al dicho Juan Ponce, haber sido y ser hereje, apóstata, luterano, dogmatizador y enseñador de la dicha secta de Lutero y sus secuaces: hallándose en algunos ayuntamientos y conventículos con otras personas secretamente, á donde se trataba de la dicha maldita secta y sus errores, en grandísima ofensa de Dios Nuestro Señor y de su Santa Fe católica y Ley evangélica, y haber sido justo y disimulado confitente, y que las confesiones que hizo fueron más por reservar la vida que por salvar el alma, y por ello haber caído é incurrido en la Sentencia de Excomunión mayor, y estar ligado de ella y en todas las otras penas en que caen é incurren los tales herejes, luteranos, dogmatizadores y enseñadores de nueva secta y errores que, á título de cristianos, hacen y cometen semejantes delitos; y en confiscación y perdimiento de todos sus bienes, en los cuales le condenamos y aplicamos á la Cámara y Fisco de S. M. desde el tiempo que cometió dichos delitos á esta parte, cuya declaración en nos reservamos.

Fray Miguel había ya oído hablar con horror y sabía las audacias del fraile Martín Lutero y sus propósitos infernales; pero, en el fervoroso espíritu de Fray Miguel, estaba ya la convicción profunda de que Dios había suscitado en España un gigantesco contrario al sajón heresiarca para arrebatarle sus conquistas.

Una mañana, la música de á bordo, que hacía oir todos los domingos el Coral de Lutero, despertó á los durmientes de los camarotes de primera ciase con la más inaudita de las alboradas. Desnoyers se frotó los ojos creyendo vivir aún en las alucinaciones del sueño. Los cobres alemanes rugían la Marsellesa por los pasillos y las cubiertas.

Los albigenses, a quienes convirtió Santo Domingo con ayuda de Simón de Monfort, habían caído en abominable herejía porque se entregaban a los festines, elegancias y malas pasiones. Una picara mujer que sedujo a Martín Lutero tuvo la culpa de que se hiciese protestante media Europa.

Florencia tomó la iniciativa de la caridad sobre la Europa, creando hospicios antes de la Era 1000. En 1287, cuando la divina Beatriz inspiró al Dante, fundaba su padre el de Santa María Nuova. Lutero, en su excursión, poco favorable á Italia, no puede menos de admirar sus hospitales y las lindas señoras italianas que, sin curarse de la gloria, asistían en ellos á los enfermos.

Al entrar en él se respira paz y recogimiento, y el visitante se siente tentado a exclamar como Lutero en Worts: Les envidio porque reposan: envideo quia quiescunt. Pero cuando Lutero pronunció esas palabras no entraba en el cementerio siguiendo el cortejo fúnebre de una persona querida: hablaba el filósofo, no el padre o el esposo.

Oyense á lo lejos los pasos del cardenal Wolsey; desaparece la visión y Enrique despierta, guardando en su pecho la afición hacia el sér seductor, que ha desaparecido. Acércase á él Wolsey, trayendo una carta del papa León X, y un libro nuevo de Lutero.