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Actualizado: 15 de junio de 2025


Al llegar, todas la saludaron con efusión, no siendo por cierto la menos expansiva la enlutada Lolita. Después de cambiadas las primeras impresiones, observé que Luisa hacía señas a Asunción en ademán de pedirle algo, y que Asunción lo negaba, también por señas, pero con energía.

No puede concebirse la audacia de Luisa, sino por la esperanza de que la debilidad de su marido la salvaría del apuradísimo trance en que se encontraba. Porque no se les había dicho por qué se les había preso, y la prisión no podía ser resultado sino del envenenamiento de la reina ó del robo hecho á Montiño.

¡Papá Juan Claudio! gritó Luisa, tendiéndole los brazos. Pero el guerrillero doblaba ya la esquina; el doctor arreó el caballo, y el trineo se deslizó por la nieve. Detrás de él, Frantz Materne y sus hombres, con las carabinas al hombro, apresuraban el paso, mientras que el ruido de las descargas continuaba alrededor de la casa.

Al hablarnos madama Fonteral de la entrevista que con Luisa tuvo, nos aseguró, poniéndose el dedo índice á través de los labios, que nada la habia revelado acerca de nosotros. Yo dije para : esto significa que se lo ha dicho todo, desde la a hasta la z. Al dia siguiente, Luisa se asoma al balcon. ¿Qué hace? Mira con ansiedad. ¿A dónde mira?

¡Vamos, Catalina! gritó Juan Claudio ; es demasiado; ¿para que detenerse a contemplar semejante espectáculo? Tiene usted razón respondió la labradora ; marchemos. Sería capaz de bajar yo sola para vengarme. Mientras más subían, más frío y fuerte era el viento. Luisa, la hija de los heimatshlos, con una cestilla de provisiones al brazo, iba delante de todos.

Hullin, que acababa de llegar con Lagarmitte, gritaba alegremente: ¡Bien, amigos míos! ¡Ya habéis entrado en fuego! ¡Mil demonios! ¡Esto marcha! Los alemanes no estarán muy orgullosos de la jornada. Luego besó a Luisa y corrió a ver a la señora Lefèvre. ¿Está usted satisfecha, Catalina? ¡No van mal nuestros asuntos! Pero ¿qué le sucede? ¿Usted no se alegra?

Luisa amaba con pasión el campo, los jardines y las flores. Al llegar la primavera, los primeros cantos de la alondra le hacían derramar lágrimas de ternura. Luisa iba a ver brotar los azulejos y las espinas tras los zarzales del monte, y espiaba la vuelta de las golondrinas que anidaban en un ángulo de la ventana de su buhardilla.

¡Cómo! ¿pues qué ha sucedido? dijo Luisa, á quien se la puso un nudo en la garganta. El paje Gonzalo ha muerto de repente. ¿Y qué tenemos que ver con la muerte de Gonzalo? ¡Cómo! ¡infames! ¿qué tenéis que ver? ¿Sabéis por qué ha muerto el paje? Por lo que se muere todo el que entierran dijo Cosme Aldaba , porque se le ha acabado la mecha.

Es imposible pintar el dolor que tuvo la infeliz cuando María Luisa, hallándose una noche en casa de la duquesa de Chinchón, se permitió hacer, con su acostumbrada malicia, algunas apreciaciones un poco picantes sobre la gordura y redondez de nuestra diosa.

O'Higgins envió a la corona siete millones de pesos con los que el Perú contribuyó, más que a las necesidades de la guerra, al lujo de los cortesanos y a los placeres de Godoy y de su real manceba María Luisa. Rápida, pero fructuosa en bienes, fué la administración de O'Higgins, a quien llamaban en Lima el virrey inglés.

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