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Toda la noche la paso hablando contigo y con la Nela... ¡la pobre Nela!, tengo curiosidad de verla, una curiosidad muy grande. Yo misma iré a buscarla mañana.... Vaya, se acabó la conversación. Calladito, o me marcho. Quédate.... Hablaré conmigo mismo.... Ahora voy a repetir las cosas que te dije anoche, cuando hablábamos solos los dos... voy a recordar lo que me dijiste.... ¿Yo?

Una chafandina que no valdría un celemín de bellotas, una bestia, salva sea la comparanza. Y ahora ¿qué serás? Una mujer pa too lo que se la pida. Nadie. ¡Pues entonces! Si tuvieras conocimiento, criatura, darías gracias a Dios por haberte puesto una maestra que es como una gloria. Para too sirve la endina, para too tiene las manos finas y los pies listos, ¿verdá, ?

Miraba sin ver lo que tenía delante de los ojos, y sólo estaba atento a los minutos que corrían sin que saliera la señora cuyos pareceres iba buscando él allí; porque hasta temía que con una larga espera en tan extraño lugar se le fueran entibiando los propósitos y acobardando los bríos.

aquí uno de los mas abundantes manantiales de error; esto es la verdadera rémora de las ciencias; uno de los obstáculos que mas retardan sus progresos. Increible seria la influencia de la preocupacion, si la historia del espiritu humano no la atestiguara con hechos irrecusables.

El mismo salió al encuentro á los dos caminantes, los hizo descansar en un aposento muy cómodo; y poco despues vino él en persona á convidarlos á un banquete aseado y bien servido, durante el qual habló con mucho tino de las últimas revoluciones de Babilonia.

Los matices eran innumerables y encantadores, las manufacturas limpias, tersas, brillantes como si hubieran estado cubiertas con cristales sin sufrir el contacto de la mano del hombre.

Con los demás era tan tolerante, que hasta podía sospecharse de su criterio moral por lo ancha que tenía la manga para perdonar extravíos ajenos. Amaba el silencio, amaba la paz, y le amaba a él, a Bonis, y a sus hermanos, todos ya muertos.

Los indios Cozacas disparan contra el P. Caballero una tempestad de flechas II 46 Los indios Puizocas entregan el cadáver del P. Arce á los Guaycurús II 117 Los indios del pueblo de San Miguel amenazan á los corregidores por aconsejar á los Padres les trasladen á otros pueblos II 262 Los indios Zamucos reciben con alegría al P. Zea; fructuosos resultados de la predicación Evangélica II 156

Vos mismo declarasteis que no había ido, y además, abandonasteis el cuerpo del difunto. Es forzoso que me haya dormido dijo Silas , o bien que haya estado bajo la influencia de una manifestación espiritual parecida a aquella de que fui objeto ante los ojos de todos vosotros, de modo que el ladrón debe haber entrado y salido mientras yo no estaba en mi cuerpo; pero mi cuerpo.

"Dejadnos ya, que estamos temerosos, Y contra vuestras fuerzas no podemos: Y vosotros, sobrinos animosos, A los mancebos dicen, ¿qué os hacemos? Mirad que á nuestros hijos amorosos Criar, ni sustentar ya no podemos, Pues carga de mugeres tan penosa No espera á vuestra diestra poderosa."