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Actualizado: 23 de junio de 2025
Me despedí con gran precipitación de doña Flora, dejándola en poder de los guacamayos, y me alejé de allí; pero en vez de correr hacia la calle de la Verónica, mi curiosidad, mi pasión y un afán invencible me impulsaron hacia la plaza de San Felipe, olvidando a Amaranta y a doña Flora, fija el alma y la vida toda en las tres muchachas, en D. Paco, en lord Gray, en las Cortes, en los diputados y en la discusión sobre señoríos jurisdiccionales.
Pero me parece que se prolonga demasiado la conversación de Inés con lord Gray, y voy a hacer que hablen en corrillo donde les oigamos todos. Sr. D. Gabriel, ni un momento debe abandonarse el ejercicio de la prolija autoridad materna. ¡La autoridad! ¿Qué sería del mundo sin la autoridad? En efecto, ¿qué sería? ¡El caos, el abismo!
En aquellas noches yo no veía alrededor de mí más que tigres del África, cataratas de América, pirámides de Egipto y lagunas de Venecia. Estaba encantada y bendecía a Dios por haber creado tantas cosas bellas, incluso a lord Gray. »¡Oh! Lord Gray no se apartaba de mi imaginación.
El lord corregidor es el rey de la Cité; para entrar en su recinto la reina, necesita la venia de aquel funcionario: los polizontes de la Cité se diferencian de los de Lóndres en los vivos de las mangas: á propósito de policía, recuerdo que solo para el Támesis hay en Lóndres una policía especial.
Si lord Gray fuera católico, no creo que mi tía se opusiera a que se casase Inés con él. ¡Ay!, luego nos marcharíamos los tres a Inglaterra, lejos, lejos de aquí, a un país donde yo no viera pariente de ninguna clase. ¡Qué felicidad tan grande! ¡Ay! Quisiera ser Papa para permitir que una mujer católica se casara con un hombre hereje. Creo que usted verá satisfechos sus deseos.
No se batirán me dijo lord Gray . Todos los días hacen lo mismo y después no hay nada. No he traído el escarbador de dientes dijo Lombrijón, encontrándose sin armas. Pues ni yo tampoco añadió Vejarruco. Camaraíya, por eso no ha de quedar. Usté está amarillo. Señores, cuando eché mano al cinturón me relucieron las uñas, y pensó que era jierro. ¡Zorongo!
Está ricamente iluminado, y lo adornan pequeñas miniaturas, que representan cantores, bufones y bailarines. El autor de esta historia no ha podido verlo, pero ha examinado composiciones de él, publicadas por lord Stuart, y ha visto que por sus formas son semejantes á las provenzales, y por su dialecto á las gallegas. V. á Raynouard, Journal des savants.
Todas las noches saco de mi cabeza una distinta. Las novelas inventadas son peores que las leídas, señora doña Presentacioncita. Vuelva usted a casa por las noches. Volveré. Lord Gray las entretiene a ustedes bastante. Lord Gray no va tampoco dijo con pena. ¿Y si supiera doña María que usted ha venido aquí? Creo que nos mataría. Pero no lo sabrá. Inventaremos algo muy gordo.
Lo hice contra mi gusto, porque tenía un capricho por una yegua de Jortin, animal de la sangre más rara que jamás hayáis montado. Pero ahora conservaré a Relámpago, aunque el otro día me ofreció por él ciento cincuenta libras un hombre allá, en Flitt; ese que compra para lord Cromleck, ese individuo que bizquea y usa un chaleco verde.
Antes que pregonar delante de extranjeros los defectos de mis compatriotas, me arrancaría la lengua afirmé con energía, esperando por momentos la explosión de la cólera de lord Gray.
Palabra del Dia
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